miércoles, 12 de agosto de 2015

Gatito y Cuervito

"¿Es que nadie va a escuchar mi historia que trata sobre una chica que llegó para quedarse?"
- John Lennon

Había una vez un gatito llamado Jude que pasaba largos y solitarios días bajo un árbol seco y deshojado. Siempre se tumbaba junto a su raíz, y los días de lluvia, por mucho que intentara refugiarse, las frías gotas caían a través de las ramas secas y acababan mojando al pequeño minino. ¿Pero qué podía hacer? Le encantaba aquel árbol y no encontraba ningún otro lugar donde ir. Y así fue pasando los días, semanas y meses bajo aquel árbol seco y feo, pero al que amaba con todo su corazón gatuno y al que le era fiel a pesar de todo. El gatito cuidaba de su árbol siempre y se acurrucaba por las noches bajo su raíz para dormir bajo la luz de millares de estrellas tintineantes. Muchas veces intentaba acomodarlo con ramas sueltas o hierbas, construirse una casita, pero nunca lo conseguía. Intentó taparse con unas pajas, pero la lluvia se filtraba a través. Otra vez intentó construirse un refugio con ramas, pero el aire lo derribó. Intentó también hacer una casita con barro, pero su propio peso lo hundió. Así día tras día y el gatito empezaba a pensar, entristecido, si era verdad lo que los demás animales pensaban: tenía ideas muy raras y no tenía relación con otros semejantes, sería un gatito inútil y fracasado en todos sus ámbitos de la vida. El minino comenzaba a creerlo y maullaba lastimeramente a la luna noche tras noche y lloraba cual bebé gato.

Un buen día, una sombra pasó sobre el felino animal y el gatito comenzó a perseguirla alrededor del árbol. Algo fue bajando y sombra y ave se juntaron en el suelo frente al minino.
- ¡Hola! –dijo aquel misterioso pájaro de ébano.
- Hola… ¿eres un cuervo?
- Lo soy.
- ¿De dónde viene, Sr. Cuervo?
- De un lugar muy lejano, de allí donde reina la maldad y es terreno de los hombres. Iba volando y volando en medio de la oscuridad y me perdí, hasta que distinguí éste sitio y bajé para descansar. ¿Por qué preguntas tanto?
El cuervo estaba a la defensiva, era huraño y arisco. El gatito pudo notar una mirada más oscura y opaca que sus plumas en los ojos del ave. Con un ronroneo y restregando el lomo contra una de sus alas, el minino le dijo:
- Ven, te enseñaré algo que te alegrará.
El cuervo, curioso, siguió al gatito por largos caminos hasta un enorme mar. Al llegar allí, el cuervo sintió alegría y reencuentros felices, a pesar de que era un sitio de pesares.
- Aquí –explicó el gato- viven todos aquellos que echamos de menos y el mar está conformado por gotitas de lágrimas que hemos derramado por su ausencia. Si alguna vez te sientes solo, sólo tienes que venir aquí y encontrarte con quien añoras.
Entonces, un cambio se produjo en los ojos del cuervo, un brillo, un destello… se tornaron llenos de vida.
- Es maravilloso, gato –dijo el cuervo.
- Puedes venir siempre que quieras y lo necesites, y yo te acompañaré si así lo deseas.
- Por supuesto que sí. Pero gatito, dime una cosa: ¿por qué me ayudas si apenas nos conocemos?
- Porque vi la tristeza en tus ojos, cuervito, y sé lo que es eso y no quiero que nadie pase por cosas así. Es feo.
- ¿Tú has pasado por tristeza?
- Muchas veces, otros gatitos me ven como un animal raro, no me quieren, porque prefiero cuidar de mi arbolito en vez de irme con ellos.
- Eso es muy bonito, gatito. Cuidar de los demás desinteresadamente, ya sea flora o fauna. Y demuestras tener un alma muy grande y noble por tu parte por el hecho de que te rechacen y que tú aún quieras cuidar y aliviar de dolor a los demás.
El gatito sonrió y agachó la cabeza tímidamente mientras sus grandes ojos miraban al cuervo y relucían vidirosos de emoción. Y el cuervo le devolvió la mirada y de la oscuridad que les envolvía a ambos pudo ver cómo el gatito se tornaba más claro y resplandecía como un angelito celestial.
- Además –continuó el cuervo-, te esfuerzas mucho por luchar por lo que quieres y sacar adelante tus ilusiones, trabajas duro y sin descanso, sin importar los resultados ni las opiniones, y si te frustras, te levantas y continúas… tienes mucha fortaleza, gatito.
- No, no la tengo, cuervito. Siempre acabo llorando.
- Gatito, pero ser fuerte no significa superar un bache, ser fuerte es superar uno tras otro sin rendirte nunca. Y tú lo haces.
- Además, mi pelo es áspero y feo.
- Tu pelo es bonito como tú y –el cuervo pasó un ala sobre el pelaje del animal-, también es muy suave. Parece de terciopelo, gatito. Además, minino, estabas triste cuando llegué y aún así quisiste alegrarme.

Poco a poco, según caminaban de vuelta al árbol, el gatito, asombrado, maulló. El cuervo no entendía lo que pasaba y miró hacia el árbol. Allí arriba, en lo alto, una hoja, una única hoja había salido de una de las ramas. Una hoja verde y llena de vida. El gatito comenzó a corretear juguetonamente, feliz de que por fin su arbolito había dado una hoja. Aunque sólo fuera una, pero había una hoja. Poco a poco, llegó la hora de dormir y el gatito se acurrucó como de costumbre en la raíz del árbol. El cuervo no podía permitir que se quedara solo y desamparado, cogiendo frío en la intemperie, por lo que se acercó al gatito y con una de sus alas le abrigó. Ciertamente no se merecía pasar frío y soledad teniendo un alma tan bondadosa, cariñosa y agradecida como la que tenía aquel pequeñito gatito bonito.

A la mañana siguiente la sorpresa fue mayor porque en lo alto del árbol había ahora dos hojas. El gatito estaba ilusionado de que su árbol estuviera retoñando y alguien se preocupara por él y le aceptara, incluso le admirara.
- ¡Gatito! –dijo el cuervo- ¿quieres que te ayude a construir tu casita?
- ¿En verdad?
- Sí.
- Sería genial, que ilu.
El gatito correteaba y raspaba sus garritas contra la corteza del árbol. El cuervo comenzó a picotear la corteza mientras el gatito arañaba con sus garritas la madera y para cuando llegó la noche habían logrado un agujero en el que cabían los dos. Se metieron en él y durmieron a salvo de las inclemencias de la noche, protegidos por el frío viento y secos de la lluvia, pero podían distinguir las estrellas y la luna desde allí. A la mañana siguiente, una tercera hoja había salido en el árbol. Cuervo y gato continuaron luchando duro por la construcción del hogar, no sin ello algunas diferencias como que el gatito quería algo de lana y el cuervo pedía un palo en lo alto del hogar, aun así y gracias al esfuerzo de ambos, lograron un acogedor hogar en la raíz del árbol. Y por cada día que pasaba, una nueva hoja fue saliendo en las ramas del árbol que crecían y crecían y se extendían más allá de donde alcanza la vista. Y gato y cuervo no se sintieron solos ni tristes nunca, ñunca miáus. J