domingo, 19 de noviembre de 2017

Historia del terror en España

La historia del terror en España es relativamente moderna. Historias de terror hay desde tiempo inmemoriales, pero no se puede decir que haya habido una cultura del terror hasta bien entrado el siglo XX.
En literatura encontramos fantasmas en textos de Lope de Vega (“La posada del mal hospedaje” de 1604) o en Torres Villarroel (“La casa de los duendes” de 1742)
En literatura de terror en España, no hay mucha historia, la mayoría es actual. El exponente antiguo más importante ha sido Bécquer.
Si bien es cierto que cuentos o leyendas de terror en España ha habido desde hace siglos, no se puede decir que haya habido un autor o autores especializado en el género propiamente dicho.

El perro negro de El Escorial y las Puertas del Infierno
Según la leyenda, durante la construcción del monasterio de San Lorenzo de El Escorial, un misterioso perro negro aterrorizaba a los obreros por las noches, obstaculizando las obras. Quizás el perro infernal protegía el lugar, pues se ha atribuido a El Escorial el ser una de las puertas del Infierno que se extienden por el mundo (otra de las cuales es la ciudad italiana de Turín); ésta fue una de las razones por las que Felipe II mandó construir el monasterio en este lugar: para mantener cerrada dicha puerta.
El perro fue encontrado y se ordenó que se le ahorcase en una de las torres del monasterio, donde permaneció mucho tiempo.
Cuando Felipe II regresó definitivamente a El Escorial para morir, desde su lecho de muerte (acompañado de multitud de reliquias de santos), siguió oyendo los ladridos de ese perro infernal, que ya había sido sacrificado hacía años.
A mí me recuerda un poco a “El gato negro” de Edgar Allan Poe y a “El sabueso de los Baskerville” de Arthur Conan Doyle.
La pisada del diablo
Esta leyenda atribuye un origen diabólico a una oquedad que aparece sobre una roca, que asemeja una huella de talón izquierdo, situada en la finca Los Hermitaños, aproximadamente a un kilómetro de distancia de la Silla de Felipe II. Según la tradición, una muchacha llamada Martiña, muy devota de la Virgen de Gracia, se encontró con el diablo que, disfrazado de peregrino, intentó apoderarse de su alma ofreciéndole bienes terrenales si renegaba de la Virgen. Ante la negativa de la joven, el diablo saltó enfurecido sobre la piedra y provocó una gran explosión, que formó la citada huella.


LA SANTA COMPAÑA
La Santa Compaña no es Santa, pues tiene un origen pagano. De origen celta más concretamente. Hace al menos 3.000 años que se habla de estas comitivas funestas en petroglifos. Se pensaba que eran almas de los muertos que ayudaban a cruzar el umbral a las almas en la tierra. Luego se consideró que eran almas en pena condenadas en la tierra con función de reclutar más almas a su comitiva.
 La leyenda actual dice que es una procesión de muertos y almas en pena que vagan por el norte de la península, a partir de la medianoche amparados por la oscuridad. No son exclusivos de Galicia, aunque comúnmente se les asocia con esas tierras. Visten largas túnicas con capuchas, generalmente no se les suele ver el rostro, y caminan descalzos en dos filas paralelas, entonando extraños cánticos y rezos. Unas seis o doce personas, aunque a veces se han dado casos de cuarenta o cincuenta o incluso innumerables muertos. También se dice que se puede oír un sonido como de cadenas. Cada uno de los espectros lleva una vela encendida con ellos y a su paso queda un olor como a vela o a incienso en el aire. Antiguamente, las primeras descripciones reportaban luces tenues en lugar de velas. Se dice también que se siente un frío intenso cada vez que aparecen. Algunos dicen que los fantasmas se ven como nebulosos, blancos transparentes. Otras fuentes informan de sombras, viéndose solo las luminarias. Encontrarse con la procesión es un mal augurio, ya que predice la muerte inminente del testigo o la llegada de alguna tragedia para el mismo. La Santa Compaña busca a una persona viva para que les guíe. Alguien que tenga que expiar y redimir una culpa. Ésta persona deberá desfilar delante de ellos con una gran cruz y un caldero lleno de agua bendita. Éste guía no recordará nada durante el día, pero irá empalideciendo y adelgazando y su semblante se irá oscureciendo aunque por las noches emanará una extraña luz como si brillase. Éste guía volverá a encabezar la procesión de la Santa Compaña. Cuando un guía muere agotado, pasa a formar parte de sus filas.

En Wikipedia dicen los motivos por las que se presenta y la manera de defenderse:
Los motivos de su aparición:
—Para reclamar el alma de alguien que morirá pronto. Cuenta la leyenda que quien recibe la visita de la Compaña morirá en el plazo de un año.
—Para reprochar a los vivos faltas o errores cometidos. Si la falta es especialmente grave, el mortal que la ha cometido podría recibir la visita de la Compaña para que la encabece condenándolo así a vagar hasta que otro mortal le reemplace.
—Para anunciar la muerte de un conocido del que presencia la procesión.
—Para cumplir una pena impuesta por alguna autoridad del más allá.

Cómo defenderse o protegerse de la Santa Compaña:
—Abrir los brazos en cruz y pronunciar Jesucristo cuando te vayan a dar la cruz.
—Responder "Cruz ya tengo" cuando el vivo que lleve la cruz intente dar la cruz diciendo "te toca a ti" o "toma tú".
—Llevar los brazos cruzados.
—Llevar las dos manos ocupadas, con una piedra, un palo...
—Cuenta la leyenda que la Santa Compaña no tendrá el poder de capturar el alma del mortal que se cruza con ella si este se halla en los peldaños de algún cruceiro de los situados en los cruces de caminos o si porta una cruz consigo y logra esgrimirla a tiempo.
Dibujar un círculo en el suelo y meterse dentro mientras la Santa Compaña pasa.

Dicen que siempre ofrecen velas, y si se las toma, inmediatamente el incauto pasaría a formar parte de la procesión fantasmal. Lo mejor es no tomar ningún ofrecimiento de esta procesión. Otra manera de evitar la maldición de la Santa Compaña es dibujar un círculo en el suelo con una cruz dentro o la estrella de Salomón, meterse dentro y, arrodillado mirando al suelo, rezar. No se les debe escuchar a la Santa Compaña, ni mirar, tan sólo rezar y esperar. En las noches de difuntos (31 de octubre) y en la de San Juan (24 de junio) es mejor no acercarse tan siquiera ni a los bosques ni a los cementerios. Ambas noches se dice que se presenta con más frecuencia.

Éstos son algunos de los testimonios de personas que aseguran haberse encontrado con la Santa Compaña a lo largo de su vida:
Alfredo Pereira (Médico):
"En aquel entonces yo debía tener 10, 11 o 12 años. Y cierta noche que pasábamos por aquí, íbamos a casa, iba con mi abuela y un pariente, y al llegar a esta altura de la curva vimos unas luces que se metían por ese camino, un caminito que hay ahí, y se asustaron. Yo no sabía lo que era. Y echaron a correr, empujándome, tapándome la cabeza, la cara para que no viera y yo intentando ver, y “vámonos, Dios mío, Jesús, ¡ay, ay! Los difuntos” y no sé qué… No le di mucha importancia porque no sabía lo que era. (…) Era como una procesión de luces, no sé más o menos a qué distancia una de otra, y no eran unas luces que fueran muy intensas, eran unas luces como apagadas, y como alguien que las llevaba, pero no se veía, no se distinguía quién… Eran unas luces tenues, y como un silencio, un silencio que… sería como unos diez, doce metros o algo más, de luces con una distancia de tal vez de un metro y  pico. Yo intentaba ver porque me llamaba la atención pero ya no… ya no puedes ver nada. O sea, porque te están empujando y escapan corriendo. Como con terror. (…) Luego, pues ya empiezas a saber de éstos detalles y ya te das cuenta de que aquello pudo haber sido la Santa Compaña, porque otra gente aquí no pasa con luces por la noche ni nada de eso."

Una señora, de nombre María Teresa, en una localidad cercana al Río Miño en la frontera con Portugal, en una noche que salió a recoger manzanas, observó cómo una comitiva fúnebre pasaba junto a su casa. Poco después fallecería un vecino suyo, con lo cual asoció esa visión con la muerte del hombre.
“Y veo por allí, veo una gran procesión muy grande de encapuchados, muchos, muchos, muy altos. Y lo que me llamó la atención es que no andaban. Es como si estuvieran en ruedas o flotaban, digamos. Y tenían en la mano, cada uno, tenía una vela muy grande y muy gorda. Encapuchados. Y yo estaba ahí y yo me cubría, y los veía, y primero… bastante tiempo, pero muy largo, bastante tiempo, unos dos o tres minutos, es muy largo. Fue muy larga. Y entonces, uno se dio la vuelta y me miró. Me miró. Y se puede decir que me miró y yo no le vi nada, pero sé que me miró. Y continuaban andando, llegué a casa, y entré al comedor y decía yo, dije yo para mí “ni que estuviéramos en carnaval”. Porque yo no sabía lo que era. (…) Yo he visto una gran fila de personas, encapuchados, iban con capuchas, la ropa como la del Ku Klux Klan, blanca. Blanca, sí. Cuando pasaba oí “Taaaammmm Taaaaaammmm” y después se oía “Talamtalam talamtalam la muerte”. Tocaba la muerte. Y yo creo que lo que oí sonar era la muerte. Entonces, ah, esto es la Santa Compaña, sí. Entonces, parece que hay gente viniendo de ver a un muerto. La Santa Compaña son muertos que han venido a ver a uno antes de morir. (…) Y se murió el vecino.”

En San Salvador de Budiño, a mediados de los años 50, Josefa Romero, una niña de 9 años y su madre caminaban por un estrecho camino por el que no había iluminación cuando ambas escucharon un sonido de pasos intensos. La madre apartó a su hija del camino y se echaron a un lado mientras que los pasos se hacían cada vez más intensos y se aproximaban. La madre sólo podía escuchar los pasos, pero la niña vio a la comitiva. De todos los participantes de esa procesión, a los que no pudo ver la cara en ningún momento, sólo reconoció a una persona a la que sí distinguió: a una vecina. La niña le dijo a su madre que allí estaba la vecina, entre esa gente, y la madre la ordenó callarse para no llamar la atención. Todos los gallegos saben que cuando aparece la Compaña va acompañada por una persona viva y que si esa persona le pasa la cruz o lo que lleve a otra persona viva, la condenará a que acompañe a la Santa Compaña cada noche que vayan a visitar a una persona que está a punto de fallecer. Digamos que es como un relevo muy chungo. Ésta mujer que iba en la procesión, dos o tres días después, falleció cuando un rayo entró por la chimenea de su casa y la impactó de lleno.
Josefa Romero:
“Yo lo he visto y lo creo. Algunas personas que no lo han visto pues… no lo sé, porque cada uno es libre de creer o no creer ¿comprende? Pero yo sí lo creo.”

Otros nombres que se le da en diferentes regiones de España son la Güestia, Corteju de Genti de Muerti, La Estadea y la Hueste de Ánimas.
En Zamora se la denomina La Estadea y es una mujer que vaga por los caminos y los cementerios.
Es probable que Bécquer se haya inspirado en éstas leyendas para escribir “El monte de las ánimas”. De hecho, en el cuento, es el relato narrado por el protagonista que dice que le han contado otras personas.
También es posible que la película “La noche del terror ciego”, de 1972, de Amando de Ossorio, esté inspirada en “El monte de las ánimas” ya que también habla de una procesión de muertos, ánimas de antiguos caballeros medievales.

Respecto a lo audiovisual, si bien hay algunas primeras incursiones en el género durante la época del cine mudo, “El hotel eléctrico” (1905/1908), Segundo de Chomón, no fue hasta los 60’s cuando comenzó a calar el género en nuestro país, en especial con Chicho Ibáñez Serrador y con Paul Naschy.
La primera película terrorífica como tal, aún no circunscrita al género como lo conocemos hoy, fue “El otro” (1919, Joan María Codina y Eduardo Zamacois), una historia de paranoia y superstición en toda regla, que contiene las claves básicas del cine de horror.
A “El otro” le siguen cronológicamente títulos como “El espectro del castillo” (1920, Aurelio Sidney) y sobre todo, “Fue una pesadilla” (1925, Miguel Ballesteros), una historia de enterrados vivos, necrofilia y maldiciones gitanas. De igual modo dos respuestas al expresionismo alemán: “La bruja” (1923, Maximiliano Thous), una adaptación de la zarzuela de Carrión y Chapí en tiempos silentes, donde se rinde homenaje a “El gabinete del doctor Caligari” (1920, Robert Wiene); y “Más allá de la muerte” (1925), adaptación de un texto de Benavente que rueda Benito Perojo tras venir de París, como respuesta al “Doctor Mabuse” (1921, Fritz Lang).
En los años 60 el terror llegó a las televisiones españolas de la mano de Chicho Ibáñez Serrador con las series “Historias para no dormir” y “Mañana puede ser verdad”. Ya venía con experiencia en el género desde Argentina, y en 1960 realizó su película “Obras maestras del terror”, junto a su padre, Narciso Ibáñez Menta, y que era una recopilación de historias que ya había realizado en Argentina. Esas historias serían rodadas de nuevo para “Historias para no dormir”.
El formato estaba inspirado en la serie de televisión norteamericana “Alfred Hitchcock presenta”, con un pequeño gag de humor negro al comienzo por parte del realizador al hacer la presentación del capítulo y luego la historia escabrosa a continuación. Ambas series con una introducción ya mítica y reconocible por todos.
Como curiosidad, “Historias para no dormir” contó con un guión del parapsicólogo Fernando Jiménez del Oso, de Collado Villalba, para el capítulo “El regreso”, una historia de fantasmas bastante inquietante de suspense psicológico que juega con si los sucesos sufridos por los protagonistas son fenómenos paranormales reales o no. Ni que decir tiene que, dentro del terror, Jiménez del Oso se convertiría más tarde en uno de los divulgadores más famosos sobre temas de misterio y en ocasiones, terroríficos, como puedan ser el demonio, los psicokillers o la muerte en sí. En su programa “La otra realidad”, tuvo como invitado a Chicho, con el que compartía una gran amistad.
En 1969 Chicho realizó la película “La residencia”, también de terror y más tarde, en 1976, “¿Quién puede matar a un niño?”, película basada en la novela “El juego de los niños”, de Juan José Plans, publicada en ese mismo año. Más tarde parece ser que se pensó que Chicho había plagiado a “Los chicos del maíz” de Stephen King, pero King publicó ese cuento en 1978, en todo caso habría sido Stephen King quien hubiera plagiado a Chicho o a Plans. No digo que lo haya hecho, pero si hubo plagio de verdad, hubiese sido así.
En 1968 se estrenaba “La marca del hombre lobo”, con Paul Naschy como protagonista interpretando a Waldemar Daninsky. A partir de entonces se iría labrando una productiva carrera en el mundo del cine como actor y como director. Ha sido reconocido por su aportación al fantaterror español.
Es el actor español que más veces ha interpretado al hombre lobo.

En esta película aparecen un hombre lobo y dos vampiros. Y por un lado, por el de los hombres lobo, tenemos en España también muchas leyendas sobre licántropos, por ejemplo Manuel Blanco Romasanta, del que se hizo una película en 1970 basada o inspirada en sus crímenes titulada “El bosque del lobo”, con José Luis López Vázquez como asesino.
Manuel Blanco Romasanta nació el 18 de noviembre de 1809 en Orense. Descrito como un hombre de facciones tiernas, afeminado y rubio, se decía que sólo medía 137 cm. Trabajó como sastre y vendedor ambulante. Llegó a empezar a vender un ungüento que se creía que estaba hecho con grasa humana y se le puso en el punto de mira al haber desaparecido varias personas por la zona, encontrándose algunos de los cadáveres mutilados por los bosques. Un total de 13 muertos. Él, cuando fue apresado, dijo sufrir la maldición de una bruja que le hacía convertirse en hombre lobo durante las noches de luna llena.
“La primera vez que me transformé fue en la montaña de Couso. Me encontré con dos lobos grandes con aspecto feroz. De pronto, me caí al suelo, comencé a sentir convulsiones, me revolqué tres veces sin control y a los pocos segundos yo mismo era un lobo. Estuve cinco días merodeando con los otros dos, hasta que volví a recuperar mi cuerpo. El que usted ve ahora, señor juez. Los otros dos lobos venían conmigo, que yo creía que también eran lobos, se cambiaron a forma humana. Eran dos valencianos. Uno se llamaba Antonio y el otro don Genaro. Y también sufrían una maldición como la mía. Durante mucho tiempo salí como lobo con Antonio y don Genaro. Atacamos y nos comimos a varias personas porque teníamos hambre.”
Manuel Blanco Romasanta. Luego dijo que no era una maldición, si no una enfermedad la que le hacía comportarse así. Otros aseguran que las leyendas sobre lobisomes oídas durante su infancia y juventud pudieron haberle trastornado al punto de llegar a creerse a sí mismo como un lobisome.
La novela “El bosque de Ancines” (1947) de Carlos Martínez-Barbeito.
En “El bosque del lobo” (1970), el director Pedro Olea explicaba la historia de un asesino similar a Romasanta, llamado Benito Freire e interpretado por José Luis López Vázquez.
En “Romasanta. La caza de la bestia” (2003), el director español Paco Plaza llevaba a la pantalla una versión del mito de Romasanta. Fue grabado en Barcelona y Galicia.
La novela “Romasanta. Memorias incertas do home lobo” (2004) de Alfredo Conde.
"El sacaúntos de Allariz", en el LP Lucas 15 (Nacho Vegas y Xel Pereda, 2008).
Laia Abril, “Lobismuller”, Barcelona: Editorial RM, 2017, fotolibro.

Por otro lado, en los vampiros, no sé si lo sabréis pero tuvimos nuestro propio conde Drácula, históricamente tres o cuatro siglos antes que el famoso Vlad el Empalador en Rumanía. El nuestro era el Conde Strucc. También en 1970, Jesús Franco, director famoso del género por hacer mucho terror erótico también, estrenó la película El Conde Drácula, con nada más y nada menos que con Christopher Lee en el papel del vampiro.
Lugar: Gerona, fecha: siglo XII, Sujeto: Gilfredo Estruch/Strucc. Otros apuntes históricos dicen que pudo llamarse Arnalli, Arnal o Arnau y que su apellido pudo haber sido Struccionis o Sitjar.
Los reyes de Castilla, de Aragón y de Cataluña piden refuerzos para luchar contra las oleadas de los reinos de Taifas. Vienen caballeros del sur, del centro y del norte de Europa. Strucc lucha en las Navas de Tolosa. Es descrito como con buen porte, una melena morena y rizada bien cuidada, ojos tan claros y brillantes como la tez de su piel, barba bastante larga pero bien recortada, impecable. Su trato con el pueblo varía, algunos dicen que gobernaba con mano de hierro y otros dicen que era muy amable y de trato agradable. Los reyes le premian con un castillo al norte de Cataluña. Una vez afincado en Llers emprendió una lucha contra el paganismo y las brujas. Se cuenta que antes de ser quemadas, una de las brujas le lanzó una maldición. Después de su muerte en 1173, parece ser que el conde regresó como un no-muerto, rejuvenecido y mucho más atractivo y seductor. Al cabo de unos meses comienzan a suceder hechos extraños, muerte del ganado (también animales callejeros como perros y gatos aparecían mutilados), pérdida de cosechas, epidemias, invasión de ratas, desapariciones de algunas mujeres jóvenes, misteriosos ataques nocturnos, chupaba la sangre a los vecinos, violaba a las chicas (que darían a luz a entes monstruosos)… Unas versiones cuentan que fue un cabalista quien dio muerte al vampiro, otras versiones dicen que fue una monja. Con ajos y crucifijos, se le clavó una estaca en el corazón, le decapitaron, realizando un ritual sobre su tumba y toda aquella extraña y mala racha terminó. A día de hoy existe el dicho de “tenir malastruc” o “mala astrugancia” para definir a quienes tienen mala fortuna.
Algunas de las palabras usadas para designar a los vampiros en Europa son Strigoi, Strigoaíaca, estriges o estruga. Todos parecidos a Strucc.

Paul Naschy le dijo a Isabel Gemio en una entrevista:
“durante las dos horas que estás en el cine pasas miedo. (…) Y aquello no te lo crees. Lo terrible es cuando sales a la calle y te encuentras con la realidad, porque eso sí que es para dar miedo.”
Jacinto Molina, Paul Naschy, siempre ha estado conectado con el mundo del terror de una manera u otra. De hecho, durante su juventud se relacionó con un hombre que dio mucho de qué hablar en la década de los 50. No sólo en Madrid, si no a nivel nacional. Dicho por sus propias palabras, fue colega de juergas de nada más y nada menos que de José María Jarabo Pérez-Morris.
Jarabo nació en Madrid en una familia acomodada, acabada la guerra la familia se traslada a EEUU y a Puerto Rico. Cumple diversas condenas en EEUU y regresa a España en 1950. Nunca trabajó y se dedicaba a estafar y a vivir del dinero que le daba su familia. Más bien era un derrochador y un juerguista empedernido, muy mujeriego y amante de los lujos. En 1958, una de sus amantes le hizo que recuperara un anillo de diamantes que él había empeñado en la tienda Jusfer. Supuestamente, Jarabo declaró que dicha joya le fue entregada como regalo, y no como prenda de empeño. Sea como fuere, Jarabo obtuvo 4000 pesetas (un importe infinitamente menor del valor real de la joya, unas 50.000 pesetas), así como una carta de la propietaria autorizando la operación, además de detalles personales que ponían de manifiesto la relación adúltera de la señora Jones, la amante de Jarabo. Los prestamistas tomaron la carta como garantía de devolución y exigieron otras 6000 pesetas para devolver la misiva. Sin dinero para recuperar lo empeñado, el 19 de julio de 1958, pasadas las nueve de la noche, Jarabo se dirigió, no a la tienda, como había quedado, sino al domicilio de los prestamistas. Mata a la criada y al matrimonio, estando la esposa embarazada. Registra la casa pero no encuentra ni la carta ni la joya. Al día siguiente mata al socio del hombre en la tienda de empeños. A raíz de su arresto, fue llevado a juicio (al cual se dice que hasta Sara Montiel asistió sólo para ver cómo le condenaban) y fue sentenciado a morir en el Garrote Vil.  La historia de Jarabo fue llevada a la pequeña pantalla por Juan Antonio Bardem en la serie "La huella del crimen" y protagonizada por Sancho Gracia, en 1984.
Paul Naschy, respecto al tiempo en que se relacionaba con Jarabo, recordó lo siguiente:
“yo tuve una anécdota, voy a decir una cosa que nunca… me ha venido ahora, estando reflexionando, que tenía una manía de la que no se habla. Y es que en cuanto podía, estuviera donde estuviera, o bien en un bar o en un restaurante o bien jugando a los bolos, se lavaba las manos con mucha frecuencia. (…) Un día no lo pude remediar, digo: “estás continuamente yendo al baño”. Y Dice: “Es que me lavo las manos, es que me da asco, me da asco.” (…) y de hecho, un día en un sitio que ya no existe de la calle San Bernardo, un bar que había allí, estábamos reunidos con otra gente y yo entré al cuarto de baño. Y él me siguió poco después. Y yo estaba en el espejo lavándome las manos. Habíamos comido gambas o no sé qué y estaba lavándome las manos. Y se puso a mi lado, se puso a lavarse las manos. Cuando acabó y se secó, yo no sé de qué hablamos, de cosas muy diferentes, y de repente sacó la pistola de la que yo he visto fotografías en el libro y me la puso en la sien. Y yo al principio no sabía a qué venía aquello. Era desde luego la misma pistola, me acuerdo perfectamente porque desde luego eso no se te olvida. Es esta, una que tiene un cañón más ancho. Y entonces empezó a reírse y decía: “¿Has pasado miedo?” y yo: “Miedo no, pero es una fantasmada”. No sé, una cosa así quedó ¿no? Y yo “¿Pero y eso, tú?” y dice “Bueno, es que yo siempre voy armado”.

En Malasaña, concretamente en la calle Antonio Grilo, José María Jarabo paró en un bar de dicha calle, fue visto en la cafetería Nápoli (en la esquina con San Bernardo) bebiendo cerveza con coñac, en la noche de los crímenes. Esa calle parece ser un punto negro en la capital madrileña.
Pero la nómina de crímenes de la calle Antonio Grilo había comenzado mucho tiempo atrás, cuando la vía se conocía como calle de las Beatas. Fue en 1776, cuando acontecieron los hechos que la sociedad del momento bautizaría como El crimen de la calle de las Beatas, y que vendrían a inaugurar un género dentro de la crónica negra que tiene sus adeptos: los crímenes de clérigos.
Se dice que un buen día un hombre apareció apuñalado en esta vía, y para hacer las averiguaciones pertinentes se hubo de seguir el rastro de sangre, que llevó hasta dos templos cercanos: la parroquia de San Sebastián y la Iglesia de San Luis. En aquella época era muy frecuente que los malhechores buscaran refugio a sagrado, por lo que los guardias fueron a revisar ambos templos. Hechas las pesquisas pertinentes, se llegó a la conclusión de que un cura, que daba misa en San Martín, se había enamorado de una muchacha que le remendaba la sotana y que vivía en la calle hasta el punto de ir a rondarla de noche. El hombre muerto era un vecino, hortelano de profesión, que un par de semanas antes había recriminado en público su actitud al cura.
El caso tuvo cierta importancia porque se trata de la primera vez en que un cura fue juzgado en Madrid por la justicia ordinaria. De común, la Iglesia enviaba a los sacerdotes a otra parroquia y dejaba olvidar el asunto. Aún así, el cura, que fue condenado a muerte, recibió finalmente el perdón de Carlos III. Y una vez más, la costura aparece entre los protagonistas del suceso, antecediendo al camisero y al sastre del siglo XX.
Suma y sigue: en el siglo XVIII ocurrió en la sangrienta calle que nos ocupa otro crimen de los de comentar, esta vez perpetrado por lo que hoy llamaríamos un sicario. El 28 de julio de 1861 una tal Carlota Pereira regresaba a casa con sus dos hijas. Delante de ellas caminaba Francisca Burdeos, conocida como Benito y que tenía permiso para vestir como un hombre por su participación en la guerra. De entre las sombras salió un hombre para apuñalar a Carlota y darse a la fuga. Benito salió corriendo a por el asesino y, junto con unos guardias, le dio caza. Parece ser que había viajado desde Almería para cometer el crimen contratado por el marido de Carlota, del que estaba separado. Aunque el asesino a sueldo acabó pasando por garrote vil, el ex marido de Carlota se libró, unos dicen que porque no se pudo demostrar su relación con el crimen y otros por su buena relación con políticos de la época.
En 1913 un carro arrolló a un niño que iba en burro, en 1927 otro niño fue atropellado por un coche y lo mismo le pasó a un hombre el año siguiente.
En el número 3 de esa calle, en 1945, por ejemplo, robaron y mataron a golpes a un camisero. Su cadáver fue descubierto en avanzado estado de descomposición.
En 1962, en el número 3 de esta calle, un sastre llamado José María Ruiz tomó un cuchillo y un martillo y asesinó a su mujer y a sus cinco hijos, cuyos cadáveres mostró luego a los vecinos desde el balcón del 3ºD. A la par gritaba: «¡Los he matado a todos! ¡Tenía que hacerlo! ¡Aquí están; podéis verlos! ¡Los quería mucho! ¡Ellos me obligaron! ¡Lo he hecho para no matar a otros canallas! Hoy era el día». Después se pegó un tiro. Era dueño de una sastrería y llevaba quince años felizmente casado. El negocio le marchaba bien y era apreciado por su simpatía y corrección. Vecinos de la zona recuerdan todavía que llegó a comentar que recibía mensajes de extraterrestres que le empujaban a realizar cambios constantes en el desarrollo de las obras de un chalé que estaba construyendo en Collado Villalba. Se le llegó a relacionar incluso con el caso ufológico, muy en boga entonces, Ummo.
Pero este no es el único crimen al que ha servido de escenario la ominosa parcela. Quien bucee en la hemeroteca encontrará todo tipo de atrocidades concentradas en ese mismo lugar, el número 3 de Antonio Grilo. En 1964, dos años después de los asesinatos del sastre, una joven estranguló en la misma planta a su hijo recién nacido y lo guardó en un cajón de su cómoda.
Hay quien dice que el terreno en el que hoy se levanta el pavoroso edificio funcionó como cementerio del viejo convento de Santa Ana, que estuvo en pie hasta 1846 y que en tiempos aún más remotos fue un hospital, el Hospital de Convalecientes, pero ninguno de estos santos lugares explica el origen de la maldad que ha hecho del número 3 su morada; una fuerza tan potente que logró incluso que el edificio que le hacía sombra en la acera de enfrente fuera derribado en 2004.
Además, de las ventanas del siniestro inmueble cuelgan desde hace tiempo varias pancartas suplicando al ayuntamiento que cierre una discoteca ilegal que hay en uno de sus bajos, “The Hole”. “El edificio vibra entero”, se queja uno de los vecinos, “es imposible dormir aquí”.
No es la casa del número 3 el único punto negro de Antonio Grilo en el mapa sangriento de Madrid. En su número 9, en unas cuevas, hoy en desuso, del edificio, aparecieron acumulados gran cantidad de fetos humanos (se ha llegado a hablar de un centenar).
Un suceso luctuoso, sin embargo, tuvo lugar el pasado verano: un hombre se quemó vivo durante el incendio de la casa okupada en la que residía, en la Travesía de las Beatas, justo al lado de los lugares antes señalados.
Se dice que Antonio Grilo es la calle con mayor número de muertos por metro cuadrado en toda la capital.

Paul Naschy, en 1971 estrenó “La noche de Walpurgis”. Walpurgis es la noche del 30 de abril al 1 de mayo, cuando se hacen los aquelarres de brujas, según una tradición centroeuropea. En la Sierra de Guadarrama, se encuentra el sanatorio Walpurgis, que toma su nombre de la película que acabo de mencionar, que fue rodada entre sus muros.
El Real Sanatorio del Guadarrama fue el primer sanatorio antituberculoso en España, ya que se construyó en 1917. Por este edificio pasaron ilustres personajes que padecieron tuberculosis, como Rafael Alberti que estuvo interno entre 1920 y 1921 y Camilo José Cela, que estuvo entre 1931 y 1932. A finales de la década de los sesenta, este hospital se quedó abandonado. Fue demolido en 1994. Se contaba que en el Walpurgis sucedían cosas raras, sucesos paranormales.
La Sierra de Guadarrama es un buen lugar para para este tipo de sanatorios por su aire limpio y existen una enorme cantidad de sanatorios abandonados en los que las leyendas son abundantes, leyendas sobre apariciones, ruidos, fantasmas, psicofonías, fenómenos extraños, etc.
El Sanatorio del Santo Ángel o de la Barranca, ubicado en Navacerrada, lleva veinte años abandonado sin que nadie se interese en su reconstrucción.
La Barranca, construido en el valle homónimo sobre una superficie de unos 3.000 metros cuadrados, fue levantado en 1941 como un sanatorio para tuberculosos. Su situación en la Sierra de Guadarrama, como la de sus homólogos, se debía a que el aire de la sierra era óptimo para tratar esta enfermedad. Dependiente del Ministerio de Sanidad, funcionó hasta que las dolencias pulmonares remitieron gracias a los avances médicos. Así, abandonó su concepción original para convertirse en un centro psiquiátrico.
Cerrado definitivamente en 1995, la fecha marca el inicio de las numerosas leyendas que aportan un punto tenebroso a su ya de por sí fantasmagórica apariencia. Es difícil encontrar a alguien que conozca la zona y no haya escuchado alguna historia de terror sobre la Barranca. Existen para todos los gustos. Figuran testimonios que aseguran haber visto luces en los pasillos a través de sus ventanas sin cristales. También quien ha escuchado voces en mitad de la noche, gritos desagarrados de quienes estuvieron entre sus paredes. Quién sabe si los silbidos del viento han jugado una mala pasada.
Por si fuera poco, y seguramente por esta realidad atribuida, ha sido escenario de rituales satánicos y de contactos con el más allá. Los restos de las velas y las pintadas son el testigo de esta suerte de aquelarres. Por esto o por las psicofonías que otros testigos dicen conservar, lo cierto es que el hospital sigue cerrado, inútil, sin que nadie se atreva a reconstruirlo y darle una nueva vida.
El viejo hospital abandonado de la nacional VI, el Hospital de la Tablada, se inauguró el 28 de junio de 1928 y funcionó como hospital para niños tuberculosos hasta el 26 de mayo de 1939. El 28 de agosto de ese mismo año comenzó a funcionar como hospital militar. También es un hospital en el que se dice que pasaban cosas extrañas. Un artículo escrito por un antiguo profesor mío de literatura contaba unas experiencias insólitas que le sucedieron a él en dicho lugar. Todo comenzaba en 1978. Él y su familia pasaban frente al hospital cuando veraneaban en la sierra, siendo él un niño. Enfrente estaba el restaurante Tere. Estaba dando unos toques a su balón cuando éste rodó hasta la valla del hospital, cruzó la carretera y se dio cuenta, que al otro lado de la valla, había otro balón de cuero muy viejo que se le acercaba botando. Él lo tomó y lo volvió a lanzar al interior. Al regresar al restaurante, un Citröen 8 frenó delante de él y se bajaron dos personas, un señor con bata blanca y un fonendoscopio colgado al cuello y una señora rubia de unos 70 años, bien arreglada. Le dijeron: “ten cuidado niño. Cuando cruces la carretera has de mirar bien, dos veces a cada lado, aunque parezca que no viene nadie.”
A la vuelta de las vacaciones, pasando por el mismo lugar, fue él quien se acercó al hospital a curiosidad, y el viejo balón volvió a salir rodando. Escuchó la voz de un niño y creyó oir que se llamaba Tomi o Tony. Ésta vez, este niño, le pedía el balón que mi profesor tenía y él se lo lanzó. Volvió a alejarse de allí hacia el restaurante y vuelve a encontrarse con el mismo Citröen con los mismos ocupantes.
28 años después, ya de adulto, haciendo algunos reportajes sobre esta temática, él junto con dos profesores más, regresó allí. Nada más entrar en el lugar (la entrada está totalmente prohibida, se necesitan ciertos permisos para ello), ven una calva en la hierba, y justo dentro su mismo balón que casi tres décadas atrás había lanzado al interior. Una vez dentro del edificio, comentaron que se sentían raros, las baterías, como suele ser costumbre en estos enclaves, se descargaron rápidamente, en 20 minutos, tras haber estado completamente cargadas al entrar, todo estaba enrarecido. Dentro había pintadas que decían “Ahora sal, si puedes… ¿estás seguro que sabrás volver?” o “¡Peligro! Habitación del espíritu de Tomy, muerto el día 26-01-73”.  Al salir de allí pasaron por el restaurante de Tere y, según sus propias palabras: “No pude por menos de estremecerme cuando mi mente me traicionó y me hizo ver en ella, en la señora que nos puso los cafés, a aquella del Citröen 8 que me confesó al oído: Te cuidado, niño. Cuando cruces la carretera has de mirar bien, y dos veces a cada lado, aunque parezca que no viene nadie”.
Paul Naschy filmó en este mismo hospital la película “School Killer”.
Otro de los reportajes de éste profesor, y el único lugar al que he visitado en persona, habla de un restaurante abandonado en Moralzarzal. Restaurante Los Enebros. Cuenta la leyenda que alguien lo abrió como el negocio de su vida, pero todas las mañanas aparecía siempre la vajilla desparramada en mil pedazos por el suelo. Dejó todo tal y como estaba y huyó. Se cuenta que varias personas ocuparon después el local pero con idénticos resultados. Se habla de ruidos, pasos, portazos, cambios bruscos de temperatura…
Paul Naschy, cuyo nombre real era Jacinto Molina, llegó a decir en una ocasión que se le conocía más en el extranjero que en su propio país y que fue a partir de la reacción que tuvo el público extranjero cuando se le empezó a tomar en cuenta aquí.

Paul Naschy:
“Cuando películas que aquí no habían sido consideradas o habían pasado casi en el anonimato, allí (en EEUU, Alemania, Japón, etc) eran películas de auténtico culto, adoradas.”

Últimamente está calando más el género del terror en nuestro país, aunque los productos se realicen en el extranjero o tengan su origen en el extranjero, como puedan ser las casas encantadas, los videojuegos de terror o la mismísima festividad de Halloween. También he notado un aumento y cierto éxito en programas de misterio que hace 15 o 20 años no tenían, como puede ser Cuarto Milenio o los canales de Youtubers que abordan temas similares, bien sean de casos supuestamente reales o bien para contar creepypastas.
Series de terror españolas como “El internado” (2007-2010)
Otras series de suspense pero que no llegan a ser terror son: La zona, Sé quién eres, El incidente, Rabia.
Pilar Pedraza es una escritora con dos vertientes, la literatura de terror y el ensayo, además de ser profesora titular de universidad.
Pilar Pedraza, autora del género, dijo lo siguiente:
"Es un género que está avanzando. Parte de una época, hacia el franquismo, en la que era poco cultivado y preciado, desde entonces ha ido creciendo".
Según algunos comentarios de los autores, el género está teniendo mejor aceptación hoy en día que hace tan sólo diez años. Supongo que quizás por eso no haya habido demasiados exponentes de dicho género en nuestro país y ahora estén saliendo más. Quizás, otro de los factores que afectan a la literatura de terror en nuestro país de manera negativa es que no hemos tenido una tradición por ese género como sí la puede haber tenido otros países como Inglaterra o Estados Unidos con autores como Poe, Mauppasant, Hoffman, etc.
Chicho solía decir:
“Siempre he creído que las historias de terror son como cuentos para mayores. Y creo que a los mayores, los adultos, nos hace bien de vez en cuando sentirnos niños otra vez. ¡Ay! de aquel ser adulto que no se sienta niño, o que haya matado a ese niño que todos llevamos o debemos llevar dentro.”
Haciendo un juego de palabras con su famosa película y como amante del terror, pregunto ¿Quién puede matar al niño… interior?

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