miércoles, 6 de agosto de 2014

Ojos que no ven...



OJOS QUE NO VEN...

"A veces nos engañamos a nosotros mismos con tal de no asumir la verdad, autoengañándonos de que nuestras deducciones son meras paranoias..." Así empezaba su confesión. 

Todo comenzó en un frío invierno en la mañana de Navidad. Estaba siendo uno de los inviernos más crudos que se recuerdan en la zona. Cada noche la temperatura oscilaba entre los -3 y los -8 grados centígrados. Aquella mañana amaneció con una nevada impresionante. Todas las casas y edificios saludaron al sol matutino cubiertos con un manto espeso de nieve que brillaba bajo la luz como miles de diamantes blancos. El hielo hacía que la nieve crujiera bajo los pies. Un día espléndido para tomar unas hermosas fotografías y, a las afueras, cerca de la ermita, la imagen debió adquirir una belleza como pocas veces. El anaranjado sol daba un brillo rosado al cielo durante el amanecer, y antes de que hubiera salido por completo, una llamada a la Benemérita ensombreció la belleza de aquel día. El misterio estaba servido. Un cadáver femenino había sido encontrado flotando en un río con una única herida mortal: una perforación con algún objeto punzante en el ojo derecho. Hasta que los investigadores no ahondasen más en el turbio asunto no se puede dictaminar si había sido accidente o asesinato, aunque parece apuntar a que fue un homicidio. El cuerpo en cuestión fue hayado estancado en unas rocas empotrado contra ellas por la fuerte corriente que bajaba. El protagonista del macabro hallazgo fue Nicolás Sánchez, un joven adolescente que grababa un vídeo para YouTube con los amigos en un paraje apartado aprovechando la belleza de la blancura del campo debido a las fuertes nevadas. Aunque el día era gris, su ilusión y motivación estaban brillando hasta apagarse por completo al llegar al puente que cruza hacia la ermita de Nuestra Señora del Carmen. Fue entonces cuando uno de los muchachos avistó lo que en un primer momento tomó por un montón de telas, como un paquete envuelto en sacos. Al acercarse y comprobar lo que era, una figura humana inerte se mostró ante sus ojos. No era un muñeco ni un maniquí, era un cadáver. Enseguida huyeron del lugar y dieron parte del hallazgo. Enseguida las autoridades dispusieron todos los medios para aislar y preservar el lugar. Inspeccionaron la zona río arriba por si encontraban alguna pista aunque, con la fuerte nevada que había caido esa noche, habría quedado enterrada y sería muy difícil conseguir algo útil para la investigación. ¿Quién era esa mujer? ¿Qué le había sucedido? ¿Cuánto llevaba muerta? ¿Cómo llegó hasta allí? Eran demasiados los interrogantes que planteaba y para empezar a obtener respuestas deberían llevar el cuerpo al forense. 
Presentaba una perforación en el ojo derecho, destrozando el globo ocular y llegando hasta el cerebro, que sin duda fue lo que la mató. Algunos hematomas por contusiones se mostraban en diversas partes del cuerpo, así como arañazos o rozaduras, que los forenses atribuyeron al arrastre del cuerpo por entre ramas y rocas por las bravas aguas. Un pequeño aro en torno al dedo anular izquierdo ligeramente más claro delataba que ahí había habido un anillo, la alianza de matrimonio. Calculaban que llevaba muerta unas horas, posiblemente desde la noche de Nochebuena. No se encontraron pertenencias cerca del cuerpo ni río abajo, ni bolso, ni identificación ni nada. En cuanto el inspector Carlos Ramírez supo de ello, rastreó las denuncias por desaparición de los alrededores de la última semana. No pudo encontrar absolutamente nada. Durante los próximos días se realizarían las pruebas del ADN al cuerpo de la víctima y se ampliaría el rango de búsqueda de denuncias a un mes atrás y un radio de veinte kilómetros a la redonda. 

La identificación del cuerpo dio el nombre de Margarita Echeverría, 46 años, casada con domicilio en C/ la Arbolada, número 17. Su marido, bueno, su viudo, era un psicólogo llamado Emilio Torres. Ramírez enseguida se puso en contacto con él para darle la funesta noticia y tratar de obtener alguna pista sobre el caso. El propio Ramírez se presentó con el coche patrulla en el domicilio de Emilio con otro funcionario. Observó la dirección y comprobó que era la misma de sus archivos. Echó un vistazo al buzón y ambos nombres se hayaban escritos en él, por lo que no vivían separados. Ella había vivido allí y sin embargo su marido no dio parte de su desaparición a la policía en todos esos días desde que se encontró el cuerpo. Ni siquiera se molestó en conocer la identidad de la víctima cuando salió en los periódicos. Ramírez alzó una mano y llamó al timbre. Esperó. Un hombre calvo y con gafas y barba miró huraño desde detrás de la puerta a medio abrir. Ramírez se identificó y le comunicó el destino de su difunta esposa. Emilio se derrumbó. 

Cuando Emilio pudo recomponerse a medias, comenzó a hacer preguntas a los policías. El psicólogo, sentado en el sillón frente a la chimenea, tenía la cara hundida entre sus manos por las cuales salían lamentos y quejidos. Los hombres le consolaban de pie, cada uno a un lado de Emilio. De cuando en cuando se pasaba la mano por el cuello como si le doliera la garganta. Cuando el llanto cesó y la angustia pasó, Ramírez comenzó a preguntarle por Marga. 
- Mi esposa -comenzó a explicar Emilio-, mi difunta esposa iba a ir a pasar una temporada con su madre que está enferma. 
- ¿No se le ocurrió llamarla o ella a usted en todo este tiempo? ¿Ni si quiera para preguntar por la salud de su suegra?
- No, mi trabajo no me deja demasiado tiempo y además, ella... bueno... habíamos discutido y estábamos de morros. Acordemos mutuamente que sería mejor separarnos por un tiempo hasta que las cosas se calmaran y ella podría ir a ver a su madre mientras tanto. 
- ¿Hasta que las cosas se calmaran?
- Sí. 
- ¿A qué se refiere con eso?
- Bueno... son cosas privadas, no creo que sea necesario contarlo.
- Sr. Torres, su mujer está muerta, presumiblemente asesinada, creo que hasta el más mínimo detalle, por personal que éste sea, puede ayudarnos en la investigación. Le aseguro que lo que usted nos cuente será completamente confidencial. 
- Bueno, ella... ella pensaba que tenía una aventura con una de mis pacientes. Por supuesto eso es falso, pero ella lo creía. Tuvimos varias discusiones y finalmente decidimos darnos un tiempo. Esa chica no sabe nada de que mi mujer pensaba nada de eso, tampoco le convendría en su estado de salud saberlo.
- ¿Sabe si su mujer tenía algún enemigo? Alguien que la odiara...
- No.
- ¿Nadie? 
- Nadie.
- ¿Cuándo fue la última vez que la vió o habló con ella?
- El mismo día en que se marchó. Yo la acerqué en el coche hasta la estación de autobuses y allí nos despedimos.
- ¿Y no la volvió a ver más?
- No. 
- ¿No habló con ella?
- No.
- ¿No volvió a saber de ella?
- Nada en absoluto. 
- Hábleme de esa chica, su paciente.
- ¿Realmente puedo desvelar la identidad de mis pacientes? Yo creo que no...
- No quiero que me desvele su identidad, sólo porqué su mujer sospechaba que usted estaba teniendo una aventura con ella. 
- Yo soy psicólogo y escucho problemas de la gente. Ella tuvo una infancia bastante desatendida, sobre todo por parte paterna. Digamos que la chica busca un sustituto paterno desesperadamente en cualquier hombre que pueda. Ella busca el amor en un hombre.
- ¿Una ninfómana?
- No exactamente, pero algo así. A mi mujer no le hacía demasiado gracia que tratara a chicas así, y el hecho de que estuvieramos los dos a solas, durante una hora o más, encerrados en mi consulta... la ponía muy celosa. No quería perder a un hombre como yo -Emilio tosió varias-. Incluso hasta por mi barba me culpaba, me decía: "Antes decías que los hombres que se dejan barba lo hacen por que ocultan algo, y ahora tú te la dejas". 

Ramírez se presentó en la estación de autobuses con una foto de la fallecida tratando de encontrar a alguien que la reconociera, pero nadie la vió. Ninguno de los empleados de la estación que estuvieron aquel día trabajando dijo recordarla. Tampoco se la vió en las grabaciones de seguridad. Cambió de táctica y decidió buscar a su madre. La mujer estaba muy débil y no creía conveniente darla una noticia así, por lo que habló con una de las hijas, la hermana pequeña de Marga, Carmen. El shock que sufrió al recibir tan devastadora noticia hace que por poco no se desmayara. Su madre no debía conocer el destino de su primogénita ni por asomo. Carmen no había recibido noticia de que su hermana mayor fuera a verlas ni que hubiera discutido recientemente con Emilio. No sabía nada de eso y, por supuesto, tampoco había visto a su hermana por allí.

- ¿Qué le sucede a su madre?
- Padece del corazón, está muy débil. Además, hace meses ha estado sufriendo mucho por mi hermana. 
- ¿Por qué?
- Mi cuñado no la daba buena vida, mi hermana venía aquí muchas veces llorando y nerviosa. Su matrimonio estaba en crisis y bueno... puede imaginar lo que una madre puede llegar a callar. Ella no quería meterse en la relación de mi hermana pero sufría por ello. Mucho. Eso durante muchos meses, que no me extrañaría nada que ese estrés continuo sea lo que le ha llevado a estar como está ahora. Es muy duro para una madre ver cómo alguien a quien quieres sufre por una tercera persona durante mucho tiempo y no poder hacer nada para evitarlo. Sentirse impotente ante el sufrimiento de un ser querido. 

Acababa de comenzar la investigación y ya habían dos personas que se contradecían: su hermana Carmen y su viudo Emilio. Uno de los dos mentía ¿O tal vez no? ¿Y si ambos decían la verdad, o al menos, lo que creían que era la verdad? Ramírez pasó mucho tiempo reflexionando. 

Emilio había dicho que su mujer tenía sospechas de que le era infiel con una paciente, ¿no podría ser, a modo de venganza, que ella tuviera un amante secreto con el que se vería? La infidelidad es algo que se escoge hacer o no y puede tener consecuencias devastadoras, de estrés postraumático, se puede llegar a perder la cabeza, estamos tratando con cuestiones de salud mental muy importantes... Tras la primera infidelidad, pierdes la confianza, siempre queda esa duda, el hecho de que nunca pensó que podría ser y fue... Podría perfectamente haber puesto la excusa de visitar a su madre y, sabiendo que él no se pondrá en contacto con la familia debido a la reciente discusión, utilizarlo como coartada para verse con ese hipotético amante, eso probaría porque se quitó el anillo de casada. Pero ¿y su hermana? ella dijo que no tenía ni idea de que hubieran discutido, ella podría haber llamado a casa del matrimonio de manera inocente y descubierto así la mentira de su hermana. No, había algo que se le escapaba. Faltaban datos. 

Podría seguir el rastro del cadáver. Primeramente analizaría el hallazgo. El cuerpo se encontró cerca de un puente con diversas magulladuras al haber sido arrastrado por la corriente. Sería lógico pensar que cayó desde algún lugar más arriba del río. Lo que le escamaba a Ramírez era la herida del ojo. No parecía un accidente. Los propios forenses lo dijeron, era posible una herida así, sin embargo, poco probable. Incluso parecía ser un objeto puntiagudo y de bordes redondeados dadas las marcas dejadas en los tejidos. En la naturaleza no se suelen ver objetos así, por norma general son muy irregulares, nada simétricos, y es de suponer que hubieran arrancado parte de la carne o hubiera quedado algo de dicho objeto dentro si hubiera sido algo natural como una roca afilada o una gruesa rama. Necesitaba hacerse una idea del tipo de persona que era ella, por lo que decidió interrogar a todos los que pudieran proporcionarle cualquier pincelada sobre su personalidad, vida, movimientos, conocidos, intereses o cualquier pista posible.

Las nevadas se intensificaban en aquel mes de enero. Las heladas eran crudas como ningún otro año. Las temperaturas solían estar a bajo cero constantemente. El paisaje era blanco, de un puro blanco virginal y que alguien ha manchado de rojo sangre. ¿La habría apuñalado alguien? Imposible, un cuchillo es plano, no redondeado. Pero podría haber utilizado cualquier otro objeto. Y de ser así ¿lo habría hecho por delante o por detrás? Por delante, seguro. Cara a cara. Por la espalda es muy difícil apuñalar a alguien justo en un ojo de manera que el arma penetre hasta el cerebro y arrancar de esa manera su vida. Pero la herida estaba en el ojo derecho por lo que, de haber sido cara a cara, tuvo que haber sido alguien zurdo. ¿Un amante enfurecido? Ramírez supo por sus compañeras de trabajo, vecinos y algunas amistades que no era del todo fiel a su marido. Eso explicaría porqué no llevaba el anillo de casada cuando la mataron, si es que se cometió un homicidio, ella no querría que se fijaran en la alianza. Si pudiera dar con la persona con la que se veía...

Cualquier investigación consiste en una pista que lleva a la otra y a otra y a otra... teniendo todas presentes a la vez y jugando al puzzle con ellas. El ADN llevó a la identificación de la víctima, lo que llevó al marido, a su familia y ahora a su trabajo. Una editorial. Una compañera dijo que el marido no le gustaba ni un pelo, que tenía pinta de celoso y posesivo. Un compañero conocía a Emilio de un par de encuentros y a él le parecía un hombre absolutamente normal, incluso amable y simpático. Pero si había algo que realmente le llamó la atención de Ramírez fue Celia, la hija del director de la editorial. Celia había estado saliendo con Emilio y a través de ella conoció a Marga y se casaron. Como pareja sentimental, ella podría ofrecer un perfil más exacto de la clase de persona que era Emilio.

Celia, una ex, confesó que ella estaba con otro hombre cuando Emilio se metió en su relación y provocó la ruptura de una pareja estable, sin quererla realmente, sólo porque le atraía sexualmente. 
- Decía que me quería mucho -recordó la mujer ante Ramírez-, y sin embargo no dejaba de mentirme y engañarme. Me quería mucho y no dejaba de hacer las cosas que sabía que me dolían. Si había algún problema corría a sus amigos a contárselo y a criticarme a mis espaldas y ni se molestaba en hablar conmigo para tratar de arreglarlo... y eso que me quería mucho. No quiero ni pensar qué será capaz de hacer a una persona a la que no quiera. Siempre intentaba hacerme sentir mal, todo lo mío era una mierda, no vale nada, lo suyo era siempre mejor... y que te diga eso un día tras otro te hunde. Siempre con la negatividad encima. Ahora me doy cuenta de todo y de lo tonta que fui. Perdí a quien me quería por alguien que sólo quería mi físico. Hay personas que son como los tumores, una vez extirpados de tu vida, todo mejora. 
Ante la insistencia de Ramírez por si había vuelto a mantener el contacto con él, ella lo negó y remarcó varias veces que no tenía la necesidad de hacerlo cuando ahora ella era libre y le iba todo tan bien, no quería volver a dejarse pisotear y humillar por alguien que no la apreciaba. Preguntando por más rasgos de su personalidad, ella mencionó la envidia.
- Era muy envidioso. Él tenía que tener siempre lo mejor y ser el mejor. Presumía de lo que no tenía y en cuanto alguien se lo decía, lo odiaba. Presumía de saludable y atlético cuando se atiborraba de pastillas y revisiones médicas constantemente y otros hombres, tanto más jóvenes como más mayoresque él, tenían un tipo mucho mejor que el suyo. Eso le carcomía. Gente que no se cuidaba en absoluto y estaba en mejor forma que él. Tenía una obsesión con las apariencias, con aparentar ser algo que no era. Hace gala de ser una persona sana y activa sin embargo fuma y necesita aparcar el coche en la mismísima puerta de cualquier sitio con tal de no dar unos pasos andando. Solía contradecirse en esas cosas. Dependiendo de la persona con la que estuviese hablando mostraba una opinión u otra.
- ¿Un psiquiatra que muestra lo que no es?
- Psicólogo.
- Eso, psicólogo. 
- Tendrá doble personalidad -bromeó Celia soltando una carcajada-, o será bipolar ¡Qué sé yo!
- ¿Alguna vez se puso violento con usted?
- No, jamás que yo recuerde.
- Ni le habló de malas maneras.
- No.
- ¿Nunca?
- Nunca.
- ¿Qué vió en él para cortar su relación?
- Egoísmo. Mucho egoísmo por su parte. No miraba por los demás, decía querernos pero jugaba con todos, sólo mirando por su bien y para sus intereses. Incluso nos ponía en contra. ¿Usted sabe lo que es sacrificarse una por alguien que no mueve ni un sólo dedo por tí? ¿Sabe la de veces que me fallé a mí misma por no fallarle a él? Es un flojo, un don nadie y no es capaz de matener a una mujer a su lado a no ser mediante el chantaje o el maltrato. Además, para ser comunista su filosofía de vida era lo tuyo es mío y lo mío es mío. 

Ramírez fue a preguntar a Emilio por el amante de su difunta esposa. Él sólo sabía que era un chico joven, que podría ser su hijo, y que era moreno, pero desconocía tanto su domicilio como su nombre. Afirmó haberlo visto una única vez con su mujer, pero que no había vuelto a saber de él.
-Pero podría tratarse de otra persona -intervino Ramírez-, ¿no cree?
- No, estoy seguro de que ese era el amante de Marga, los vecinos también le han visto y la descripción coincide perfectamente con el chico que vi.
Algunos vecinos decían haber visto a Marga con un chico más joven que ella en actitud muy cariñosa. Un joven de origen latinoamericano bien parecido. Las descripciones eran muy similares. Todos coincidían en que era un chico delgado pero fibrado, no demasiado alto, de rostro ancho y marcado, pelo y ojos muy oscuros y piel atezada.
Sonó el teléfono y Emilio descolgó el auricular.
- ¿Sí?... ¿Que qué le hecho a tu hermana? Yo no la he hecho nada... No, yo nunca le haría nada a mi mujer...  ¡Que no le he hecho nada a esa mujer!
La mujer colgó y él hizo lo propio, se volvió hacia Ramírez con cara de amargura y exclamó:
- ¡Me acosan! La hermana de mi mujer me acusa de haberla hecho algo. Nunca me tragó y ahora tiene su oportunidad para hundirme. A mi, que siempre lo di todo por ellas.
- Tranquilícese. Deje el asunto en mis manos y usted continúe con su vida. 
- Es que no puedo con este estrés. Yo que hice tanto por ellas para que ahora me acusen de manera tan despiadada...
- Al final todo sale a la luz, si usted es inocente no se preocupe, la mentira tiene las patas cortas y al final quedará mal quien las pronuncie.
- ¿Sabe quien creo que lo hizo? El maldito de Francisco. Se veía con mi mujer y ahora, junto con mi cuñada, quieren implicarme a mí en todo este asunto. 
- ¿Qué le hace pensar que su cuñada tambien está implicada?
- Bueno, mi suegra está muy mal y sólo son dos hermanas, eliminando a una queda toda la herencia para la otra si le pasara algo a mi suegra.
- ¿La cree capaz de algo así?
- Sí. Si me están acusando y acosando de esta manera... me espero lo que sea de ella.
- Bueno, bueno, tranquilícese. Le prometo que le investigaremos. ¿Sabe dónde podríamos encontrarle a ese tal Francisco o su apellido?
- No estoy muy seguro, creo que Durán. No se dónde vive.
- Bueno, es un comienzo. Gracias.

Introdujo en el ordenador el nombre que le habían proporcionado: Francisco Durán. Buscó y encontró. Francisco Durán Abello, veintidos años, nacionalidad peruana con residencia en España desde 2010. Vive con sus padres, abuela y sus dos hermanas. Ramírez buscó al chico. Vivía en un piso, en un edificio no demasiado elegante. El inspector no tuvo necesidad de llamar al telefonillo ya que, según se acercaba al portal, Francisco salía con una bicicleta. El hombre le detuvo y se identificó, comenzó a preguntarle por Marga y el chico pareció mostrarse algo nervioso pero sumamente colaborador con su interrogador. 
- ¿Cuando fue la última vez que viste a Margarita?
- ¡Ay, déjeme pensar...! Fue el día antes de nochebuena, creo. 
- ¿El día veintitres?
- Sí, el veintitres. 
- ¿Has vuelto a hablar con ella?
- Claro.
- ¿Cuándo fue la última vez?
- Ayer por la noche.
- ¿Ayer por la noche?
- Sí.
- ¿Por teléfono?
- Por WhatsApp.
- De modo, que no oíste su voz.
- No, desde la última vez que la vi no la he vuelto a escuchar tampoco.
- Desde la última vez que la viste, en esas conversaciones por... "guasá" o como se diga... ¿no has notado nada raro en ella?
- No, sólo que no se conecta a las mismas horas que antes.
- ¿A qué horas se conectaba antes y ahora?
- Antes durante el día, a partir de las nueve de la mañana hasta las siete de la tarde, ocasionalmente también por la noche, pero en ese horario es cuando más fácil era localizarla. Ahora casualmente es al revés, suele conectarse antes de las nueve y después de las siete, es raro pillarla entre esas horas. 
- ¿No sabes por qué?
- No, me dijo que estaba ocupada pero no sé exactamente en qué ni porqué.
- ¿Y dices que no la has notado nada raro en las conversaciones?
- Nada a excepción de que parece más cariñosa que antes. Es la sensación que me da...
- ¿Has probado a llamarla por teléfono?
- No, si está ocupada no quiero molestarla.
- ¿Algo a cambiado en su forma de actuar?
- No, sólo que quiere quedar en su casa.
- ¿En su casa?
- Sí, eso me dijo.
- Pues que sepas que la persona con la que hablas no es Marga.
- ¿Cómo que no?
- Margarita fue encontrada muerta la mañana de Navidad.
- ¿Qué? No es posible.
- Sí que lo es. Pero hazme un favor, sigue la corriente a quien sea que se está haciendo pasar por Marga, no te muestres reacio a seguir hablando...
- ¡No puede ser, no me lo puedo creer! Muerta...
- Sí, joven, sí. Presumiblemente asesinada.
- Pero ¿cómo? -las lágrimas comenzaron a hacer aparición en sus ojos mientras se le quebraba la voz.
- Creemos que le han clavado algo en un ojo y la arrojaron al río.
- ¡Qué monstruosidad!
- Cálmate muchacho.
- No sé si podré fingir que no sucede nada...
- Tienes que intentarlo.
- Habíamos tenido conversación demasiado íntimas y... bueno, le pasé fotos también íntimas. 
- Quizás podramos rastrear el teléfono y avergiuar desde dónde se ponen en contacto contigo. Usurpar la identidad de otra persona es un delito.
Francisco le proporcionó el número de teléfono de la mujer.

Otro hecho grotesco. Esta vez un suicidio. Carmen había aparecido ahorcada. El cadáver fue descolgado y llevado al hospital para realizar la autopsia por si hubiera consumido algún tipo de droga o alcohol que la impulsara al suicidio. La noticia de la muerte de su hermana y el cargo de su madre enferma le habrían llevado a una depresión que acabaría por tomar una salida trágica. Una de las sospechosas quedaba exlcuída, a no ser que los remordimientos del asesinato se apoderasen de ella y no lo aguantara más... El hecho de que esté muerta no la exime de culpabilidad.

Sorprendentemente, el teléfono de la difunta se hayaba en su casa, y Francisco continuaba manteniendo conversaciones con su "amante". Sólo una persona quedaba en esa casa. La misma persona que primeramente dijo no saber la identiad de Francisco y momentos más tarde en la conversación le proporcionó el nombre. Sólo una persona puede conocer lo suficientemente a Marga para hacerse pasar por ella. Sólo una persona podría tener motivos para concertar una cita con el hombre con el que su esposa le puso los cuernos... 

La pareja se besó tras regalarle la joya y el hombre se marchó. Emilio salía de la consulta al finalizar su jornada cuando un sonido le sobresaltó. Al darse la vuelta vió a Ramírez golpeando sus zapatos sobre la acera para quitarse la nieve adherida a su calzado. Simuló ser un encuentro fortuito, pero lo cierto es que el detective sabía que iba a verle. Tras un saludo y unas cordiales palabras amistosas, unas pequeñas observaciones a la ronquera del doctor y Ramírez abordó el tema sin rodeos. 
- Inspector -dijo Emilio-, es muy común en las personas infieles, acusar al cónyuge de lo que hacen...  No me extrañaría nada que tuviera no sólo a alguien, si no a varios, aunque no pueda decirle con quienes exactamente. 
- ¿Usted ponía en práctica sus conocimientos de psicología con su esposa?
- No, pero visto en retrospectiva, encajaría perfectamente en el perfil de una esposa infiel. Quizás su amante descubrió que estaba casada y, si no me dejaba para irse con él, la mataría. Y eso hizo. 
- Eso es mucho especular ¿no cree?
- Bueno, mi trabajo es parecido al suyo. Usted busca pistas que lo conduzcan al criminal, yo busco pistas que me conduzcan a una razón del comportamiento humano. ¿Por qué mi mujer desaparecía durante largas horas varios días y me acusaba de estar con una paciente? ¿Por qué ella se acicalaba y arreglaba tanto sólo para estar con las "amigas"? ¿Por qué volvía tan contenta a casa? No hay duda de que me era infiel, me engañaba inspector Ramírez. Y no sólo eso, muchas veces solía ponerse más cariñosa de lo normal, haciendo la pelota. He pensado mucho en todo esto. Yo también quiero llegar al fondo de todo esto ¿sabe?
Ramírez sacó un paquete de cigarrillos y se llevó a la boca uno.
- No le ofrezco por su garganta.
- No se preocupe, puedo fumar.
Le dió otro a Emilio quien lo tomó con su siniestra. Ramírez se acercó al cigarro de Emilio y de una vez, prendió ambos.
- He hablado con Francisco. Es un chico muy atlético ¿quién lo diría siendo tan joven? Aunque bueno, hay jóvenes de quince años que están cuadrados, parecen culturistas. Dan miedo sólo verlos ¿no cree?
- Sí... -Emilio tuvo un tic de arrugar toda la cara- Se meterán esteroides o algo.
- No lo crea. Mi nieto no toma nada y es fortísimo físicamente. Sólo tiene diecisiete años, y no crea que presume de músculos, y eso que puede, créame.
- ¡Ajá!
Ramírez se pasó la mano por la cabellera, peinándose el pelo. Emilio volvió a tener otro tic al ver ese gesto, al ver el cano cabello ondular bajo su mano y que él sólo pudiera acariciar una calva sudorosa. Ramírez disfrutaba haciéndole sufrir con eso. Hacerle ver que presumía de lo que no tenía (ni salud, ni músculos, ni pelo), y ver cómo se ponía verde de envidia. Como un adolescente, Emilio pensaba que eso era la clave del éxito, pero nada más lejos de la realidad. En psicología se le consideraría una persona inmadura e insegura de sí misma, acomplejada. Todas esas mujeres que han pasado por su vida, incluso que tenían que buscar el amor fuera... le revelaban como un perdedor. Pero el problema no era que ellas no le quisieran, el problema era que él sólo quería a una sola persona, a sí mismo. 
- Cuídese esa barriguita, que para ser doctor...
- ¡Soy psicólogo!
- Disculpe, eso quería decir. No se ofusque usted.
- ¿A qué a venido?
- Para hablarle de su mujer y su amante. Para ser tan solitaria, le gustaba flirtear por lo que parece.
- Buscaba amor.
- El mismo que usted no le proporcionaba usted y tenía que buscarlo fuera.
- Le denunciaré por acoso como no me deje en paz.
- Está bien, está usted en todo su derecho pero, quizás le interese saber al juez porqué mató usted a su esposa.
- ¿Qué está diciendo?
- Estoy diciendo que a su esposa la mató un zurdo y usted lo es, estoy diciendo que como criminólogo también entiendo de psicología y usted era la persona que impedía a su esposa relacionarse, estoy diciendo que su familia no supo nada de que tuviera intención de ir a visitarla y en la estación de autobuses nadie la ha visto ni en las cámaras de seguridad ha quedado registrado que usted o su difunta esposa estuvieran allí aquel día... estoy diciendo que su versión y sus mentiras no tienen ni pies ni cabeza... como psicólogo no sé, pero como actor es usted buenísimo. Por un momento nos hizo creer que estaba realmente afligido cuando le dimos la noticia de la muerte de su esposa, pero se le pasó demasiado pronto e incluso hablaba de su mujer con cierto desprecio, tachándola de manipuladora cuando es usted el que manipula y es un machista maltratador. ¿Esa chica con la que se a besado al salir de su consulta es acaso mayor de edad? No creo que le guste al juez que un hombre respetable ande por ahí magreándose con adolescentes. Además, me gustaría saber de dónde ha sacado el dinero para regalarle esa pulsera a esa chica. 
- Es cierto, la muy perra se lo merecía... me tiré a una paciente ¿y? ella lo descubrió ¿y? Pero luego la puta comenzó a tontear con otro a mis espaldas... lo supe pero no la dije nada. Dije que la había dejado a esta chica pero ella continuó saliendo con ese niñato... dejé pasar el tiempo porque, ya se sabe... la venganza es un plato que se sirve frío, ¿y qué hay más frío que el hielo del invierno? -Su voz sonaba cada vez más forzada y e irritada- Yo la maté y yo cobré el seguro, pero que soy un asesino eso tendrá que demostrarlo, si puede, porque no hay arma del crimen ya.
- Claro que lo haré, no se preocupe.

Ramírez tenía el cuerpo del delito, el sospechoso y los motivos, pero ¿cómo demostrarlo? En la comisaría tenía todos los archivos, informes de la autopsia, declaraciones... pero ¿cómo demostrar que él la mató y con qué? Aunque sea ¿le podría meter un puro por pederasta? Si la chica quiere y se deja, lo va a tener más difícil, porque es una relación consentida. Si ella no quisiera nada con él, sería suyo. Al menos ¿cuál era y dónde estaba el arma del crimen? Algo punzante y redondeado. ¿Qué podría ser? Una llamada sobresalto al inspector. Parece ser que ela autopsia del cuerpo de Carmen revelaba algo increíble. No había suicidio alguno. En su estómago aún había comida a medio digerir, y una persona que se va a quitar la vida no se atiborra antes. las marcas de su cuello era horizontales y era varias no una sola y en perpendicular como dejaría una soga. La tráquea esta rota a la altura de la nuez y, casualmente, la medida de las manos del agresor que la estranguló coinciden con las de Emilio y, sorpresa, le habían robado una cara pulsera que ahora portaba en su muñeca una adolescente con problemas para controlar sus impulsos sexuales paciente de Emilio. Ya tenían suficientes pruebas para arrestarlo y en cuanto consiguieran algunas más podrían ponerle entre rejas.

- A veces nos mentimos a nosotros mismos con tal de no asumir la verdad, autoengañándonos de que nuestras deducciones son meras paranoias. Se maquillaba demasiado para ir con las amigas, se arreglaba, venía demasiado contenta, como si hubiera estado cabalgando todas esas horas, la muy puta. Venía y me hacía la pelota en exceso cuando por otra parte poseía un distanciamiento emocional. Le entraba la risa nerviosa al hacer referencia a él y se le aceleraba la respiración como una adolescente en celo. Hablaba con alguien por mensajitos. Referencias al amor, a ponerse guapa para salir... Si tanto lo quería, yo sí que le metí una buena barra en el ojo. Tan caliente que estaba la perra que la barra se derritió enseguida. 
- ¿Qué le hizo?
- Averíguelo usted, usted es policía. Me acusarán por el crimen de la chivata de su hermana pero no por el de esa zorra. 
- ¿Iba a matar también a Francisco?
- Ese puto panchito no se merece vivir. Le iba a cortar yo el rabo al pichabrava ese...
- ¿Y qué me dice usted de la chica de su consulta? Usted empezó todo esto.
- ¡Por que estaba harto de las traiciones de mi esposa!
- ¿Por qué no se divorció?
- ¿Para qué? Para que se lleve todo esa perra... ah no, yo soy más listo que eso.
- Lo suficientemente como para cometer un crimen del que no se le pueda acusar directamente por falta del arma del crimen pero lo suficientemente estúpido como para dejar pistas por todos los lados y cabos sueltos.

Sí, la venganza es un plato que se sirve frío y aquel invierno estaba siendo helador. Nieve y heladas. Escarcha y aire gélido. Pero Emilio no tenía frío, estaba bien caliente, sobretodo con su paciente. Cuerpo caliente y alma fría. Pero estaba adelgazando, enfermando. Su garganta le dolía horrores, incluso una pequeña protuberancia le había salido cerca de la nuez. La ronquera no se le iba aunque no fumara. No le quedaba más remedio que acudir al médico. El diagnóstico fue terrible: Cáncer de laringe por el virus del papiloma humano. Irónicamente su amante se lo había pegado cuando él le decía que se depilara, ya que expuso sus partes íntimas a una menor protección ante el virus y las infeccines. Él había estado criticando a su esposa y ahora se iba a acallar, precisamente por lo que tanto le gustaba a él, por el sexo. Seguro que ahora no iba a darle tanto a la lengua. El cáncer estaba demasiado extendido, fue detectado tarde y empeorado por el tabaco. Ahora, aunque no fuese condenado por la justicia por falta de pruebas, iba a sufrir lo suyo y su conciencia, si es que la tenía, no le dejaría dormir. Su vida se estaba consumiendo poco a poco, cruelmente. 

Ramírez, al enterarse de la suerte que corrió el psicólogo, lo tomó como un castigo del destino, de Dios o de quien sea, y que lo tenía bien merecido. Pero como mente lógica dispuesta a la resolución de crímenes aún le quedaba una pieza del rompecabezas por descubrir. Salió a la puerta de la comisaria a fumar un cigarrillo mientras meditaba. Afortunadamente ya no hacía tanto frío y las nevadas no eran tan intensas ni las noches tan frías. Poco a poco, el hielo se iba derritiendo para dar paso a la primavera. Miraba las nubes que dejaban paso al sol cuando algo le sobresaltó. Algo que había caído a su lado. Un carámbano de hielo de la cornisa había caído a escasos centímetros de él y se clavó en la nieve acumulada en la acera. Sonrió y se agachó a cojer el trozo de hielo puntiagudo y redondeado. Entonces la marca que dejó sobre la nieve le recordó algo... Esa marca ya la había visto antes. Y recordó también lo que le dijo Emilio: "La venganza es un plato que se sirve frío ¿y qué hay más frío que el hielo?". Por eso estaba tan seguro de que no iban a encontrar el arma del crimen, un carámbano clavado en el ojo es el arma perfecta ya que se derrite y no deja huellas dactilares. Aunque se lo hubiera dejado clavado en el ojo, no iban a encontrar más que agua, y ese agua podría ser del propio río. Tendría que tener demasiada sangre fría para hacer lo que hizo, ese hombre debía tener un corazón de hielo...

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