sábado, 23 de agosto de 2014

Jack


7 de agosto de 1888.

Una pareja en un portal oscuro hacían manitas. La mujer, gruesa y de treinta y cinco años, reía por el efecto del alcohol. El hombre, en tono seductor reía con su voz grave y suave, con ese exótico acento extranjero.
- ¿De verdad que no me harías un descuento? –preguntó el hombre.
- No puedo.
- ¡Oh vamos, pequeña!
- Todos tenemos que comer.
- Y te vas a hinchar a comer, eso te lo aseguro.
- ¿Sí? ¿El qué…? –preguntó coqueta la mujer
- Lo que te quepa en esa boquita.
- Tengo la boca grande y buen cuerpo.
- ¿Y si… y si yo fuera un maltratador? ¿Qué me dirías? –dijo el hombre mientras metía la mano bajo la falda de la mujer y subía hacia su entrepierna para masturbarla.
- No, usted es un caballero… ¡oh! Sí… ¡Ah!...
La mujer doblaba un poco las piernas y se contraía mientras los juguetones dedos del hombre acariciaban su sexo. Ella gemía en la oscuridad. Ansiosa, buscó a tientas en la oscuridad en los pantalones del hombre y apenas encontró miembro viril. Sería como el de un niño. El hombre se retiró repentinamente con un odio aterrador en los ojos. Su mirada parecía ser la de un ser proveniente directamente del infierno.
- ¡Puta! ¿Ya quieres que te la clave?
Un destello cegó a la mujer que no comprendía qué sucedía y un dolor punzante en el estómago la sobresaltó. La incertidumbre y la borrachera no le permitían a su adormilado cerebro asimilar los extraños movimientos del hombre echando el brazo atrás y adelante de manera frenética ni porqué su vestido estaba húmedo. La carne estaba abierta mientras le penetraba frenéticamente con la afilada hoja de aquella daga. La mujer chilló, en parte de miedo en parte por dolor, pero el hombre se abalanzó hacia ella, empotrándola contra la pared y tapándola la boca con la mano izquierda mientras que con la derecha apuñalaba compulsivamente el cuerpo rechoncho y grosero de la puta. Ella trató de gritar pero sin lograr más que emitir unos pocos y ahogados ruidos. Por más que intentara defenderse, no podía hacer gran cosa. Estaba debilitándose, estaba perdiendo fuerza y consciencia y el hombre no dejaba de apuñalarla con furia.

Cosas así eran comunes en el East End londinense, sobretodo en el distrito de Whitechapel. Las prostitutas, o mujeres corrientes que ejercían dicha profesión ocasionalmente como un extra, se veían constantemente sometidas a las agresiones de parte de muchos hombres o incluso de grupos organizados. Los chicos de Nichols, por ejemplo, eran una banda que ofrecían protección a las damas que hacían las calles a cambio de un porcentaje de las ganancias, pero si no pagaban, les costaría caro. Demasiado caro. La meretriz Emma Smith fue asaltada por tres hombres a comienzos de abril del presente año. La mujer trató de esquivarlos cruzando de acera cuando caminaba por Osborn Street. Aun así, el trío la alcanzó, la agredieron y robaron el dinero que llevaba encima. Emma llegó a duras penas hasta la pensión donde se alojaba muy malherida. Uno de sus oídos fue casi arrancado, y la cabeza recibió violentos golpes. También se quejaba de dolores en la parte baja del cuerpo. Había sido herida en el peritoneo también. Aunque fue hospitalizada de inmediato, falleció sin poder más datos que uno de los hombres vestía ropas oscuras y llevaba un pañuelo blanco de seda al cuello. Ninguna de estas dos mujeres eran casos excepcionales en Whitechapel. Allí residían ladrones, chantajistas, alcohólicos, prostitutas, mendigos, enfermos mentales, vagabundos y toda clase de marginados sociales. Obviamente, también había gente de bien, pobres, pero decentes. Pero el peligro reinaba por las calles, tabernas y casas. Los degollamientos por suicidio eran comunes (que más de uno sería algún homicidio encubierto), los maltratos y peleas intrafamiliares, ajustes de cuentas, etc. Mucha gente vivía y dormía en la calle, alimentándose de lo que podían encontrar en la basura. Muchas mujeres se prostituían ni tan siquiera por dinero, incluso por un pedacito de pan duro se entregaban a cualquier cliente. Los extranjeros inundaban las calles y la superpoblación era insostenible. La suciedad de las calles era inaudita. Había calles por las que la policía no se atrevía ni a pasar una vez que caía el sol. Era un distrito muy peligroso y la gente de mayor adquisición económica eran los de la clase baja. La miseria, el hambre, la suciedad y el sufrimiento era el día a día de las gentes de Whitechapel. Incluso algunos hombres llegaban a acreditarse algunos crímenes, aunque no tuvieran nada que ver en verdad, con tal de que los metieran entre rejas y tener un sitio donde dormir y comida diaria.

En la noche del 30 al 31 de agosto, la mayoría de la gente habían estado observando un incendio a las afueras. El cielo nocturno se tiñó de rojo sangre. Las nubes cargadas de humedad dejaban caer algunas cogitas de lluvia con cenizas. Thrawl Street estaba desierta. A excepción de un par de hombres, uno apoyado en la fachada de un edificio y otro caminando apresurado, no había nadie más. El que estaba apoyado se mantenía a la escucha de la conversación de la mujer y el arrendatario en el interior de la pensión. El bigote se iluminaba en rojo con cada calada de su cigarro. La mujer aseguraba que volvería con dinero suficiente como para pagarse la cama de esa noche y le pedía que se la guardara. Salió con su sombrero nuevo en busca de clientes por las calles londinenses. El hombre que caminaba apresurado ya había desaparecido. El hombre que estaba apoyado en la pared se caló el sombrero y, tras apagar el cigarrillo, caminó tras ella. Mantenía la distancia detrás de la mujer. Ella abordó al primer cliente y ambos se fueron a practicar el sexo en un callejón oscuro. Él los miraba. Uno tras otro, los clientes pasaron entre sus piernas mientras eran escrutados por los ojos de aquel hombre que la pisaba los talones allí donde fuese.

Más tarde, a más de las dos de la mañana, una amiga se la encontró completamente borracha cuando regresaba de ver el incendio. La mujer no se tenía en pie de la borrachera que llevaba y debía ir apoyándose por las paredes. Dijo dificultosamente que había conseguido dinero pero que se lo había gastado todo en ginebra y que trataría de conseguir algo más para pagarse la cama. Lo malo es que apenas había hombres ya a esas horas. Aun así, continuó por las oscuras y húmedas calles londinenses, adentrándose en la niebla.

No habían pasado un par de horas cuando unos hombres que caminaban por Buck’s Row hacia su lugar de trabajo vieron un extraño bulto en la puerta que daba a un matadero cercano. Al aproximarse vieron que se trataba de una mujer inconsciente. No estaban seguros de si estaba desmayada o muerta, pero notaron que tenía el vestido subido y decidieron bajárselo e ir a buscar a algún policía para que se hiciera cargo del asunto. Cuando quisieron dar parte al primero que encontraron, otro policía había dado con la mujer inerte. A pesar de que sus manos estaban gélidas, los brazos aun conservaban calor. Notaron que había sangre y enseguida se dio orden de despertar y llamar al doctor quien se presentó de inmediato y certificó que la mujer estaba muerta. Había sangre en el suelo pero no mucha. La levantaron en camilla y la trasladaron al hospital, que se encontraba pasada la calle, donde se le realizaría un examen médico y forense adecuado.

Comprobaron con gran horror que se había cometido otro homicidio. En la mandíbula inferior presentaba marcas de presión, a juzgar por la forma quizás unos pulgares. Bajo la mandíbula, en el cuello, dos profundos cortes casi seccionaban la cabeza de izquierda a derecha. Entre el abdomen y el pubis, se presentaba un gran corte atravesándolo de lado a lado, otros más pequeños de izquierda a derecha y otros de arriba hacia abajo. Las mutilaciones estaban realizadas con algún cuchillo fino y alargado. En el caso de Martha Tabram, asesinada semanas antes, también parece ser un arma similar. Aunque en su caso fueron treinta y nueve puñaladas repartidas entre el cuello y el abdomen. En este caso, el criminal parece mostrar un afán de ensañarse con los órganos femeninos ya que la proximidad de las heridas a los mismos es muy evidente. Es muy probable que se tratara de dos sucesos distintos pero hay una probabilidad de que la mano asesina sea la misma. En ambos casos hay ensañamiento con la mujer y en ambos casos el arma del crimen parece ser una daga o cuchillo largo y afilado. En el caso de Tabram, el crimen fue muy sucio sin duda. El asesino debió haberse manchado mucho, pero dado que era corriente ver a carniceros y matarifes con sus ropas ensangrentadas paseándose por las calles de Whitechapel, quizás no se le diera demasiada importancia. Pero la furia con la que se causó las heridas y el enorme charco de sangre que dejó sugiere que fue algo visceral y sucio. En éste nuevo crimen apenas había sangre visible. Habían mutilado su vientre y realizado dos profundos cortes en el cuello, por el que pasa venas y arterias de gran torrente sanguíneo, pero la sangre derramada era mínima, y la mayoría se encontró bajo su abrigo pegajoso al ser levantada para subirla a la camilla. Puede que la mataran en otro sitio y la dejaran allí o puede que ya estuviera muerta cuando se realizaron los cortes por lo que el corazón no bombearía sangre y ésta sólo saldría por estar expuesta en la herida, no por que saliera impulsada por la circulación. Cuando la encontraron no debía de llevar demasiado tiempo muerta ya que, para ser una noche bastante fría, el cuerpo aún permanecía caliente. Es muy probable que aún estuviera rebosando sangre en el momento de verla pero que no se percataran de ello debido a la oscuridad.

La amiga con la que se había encontrado la noche de su muerte la identificó, así como el padre de la difunta y el ex marido: Mary Ann Nichols, apodada como Polly. Nadie pudo proporcionar pistas acerca de lo sucedido. La recordaban como una mujer bastante querida por todo el mundo, muy aseada y no se le conocían enemigos. ¿Quién pudo cometer dicho crimen? Quizás un cliente insatisfecho, algún miembro de alguna banda como la de los chicos de Nichols o cualquier asaltante nocturno. Realmente no se pudo dilucidar demasiado sobre el crimen tras los interrogatorios que se hicieron. Las declaraciones no arrojaron mucha luz sobre el caso.

Jack rememoraba en papel aquella noche. Encerrado en casa empapaba su pluma en la tinta y garabateaba rápidamente sobre papel:
“¡Cómo se insinuaba la muy zorra! Esa sonrisa de perra en celo deseando que la montaran… debía de tener el agrio coño tan desgastado que no debía sentir nada. ¡Cómo se reía la muy guarra y cómo coqueteaba! Mientras yo le seguía la corriente para que no sospechara. Además de zorra era ilusa y estúpida. Si pensara más con la cabeza que con el coño… ¡Pobres las mujeres! Todos los problemas de la sociedad los crearon ella, así fue desde los tiempos de Adán y Eva. Son la enfermedad del mundo, si para algo son necesarias son para la procreación de la especie. Aún recuerdo cómo mis manos acariciaban su cuello. Un cuello grueso que se las debía tragar a pares. Sentía su tráquea bajo las yemas de mis dedos y… apreté, apreté mientras ella trataba de coger aire y me golpeaba con los puños y piernas. La perra se asfixiaba, se ahogaba y los ojos se abren como platos. Emite ruidos extraños tratando de respirar y su rostro se torna rojo. Aún recuerdo esas grotescas venas hinchadas como si fueran a estallar. Las venas de la cara se abultaban y marcaban más y más como mi polla. La puta fue perdiendo fuerza y se movía cada vez menos. Trataba de abrirme las manos o clavarme las uñas, aunque apenas sentía nada gracias a los guantes. Aprieto cada vez más fuerte hasta que noto un crujido y la perra se relaja. ¡Dios, eso es sexo! ¡Eso sí que era un orgasmo! Apreté un poco más para asegurarme y la zarandeé, moviéndose como un muñeco de trapo. La dejé caer suavemente en el suelo y la tumbé. Entonces saqué mi afilado cuchillo y, situándome sobre su cabeza, veo cómo palidece y toda la sangre retorna hacia el cuerpo y hacia abajo por efecto de la gravedad. Cuando se ha quedado blanca, con los ojos medio cerrados y la lengua sobresaliendo un poco entre los dientes, coloqué el filo del cuchillo sobre su cuello y, apretando di un fuerte tirón cortando el tejido. La carne se abrió, los tendones, músculos y ligamentos se retrocedieron y la tráquea se inundó de sangre que comenzó a manar. No salpicaba, sólo fluía, no había corazón latiendo que la bombeara. Era como agua que rebosara de un envase. Entonces me moví hacia sus piernas y le arremangué el vestido. Hundí la afilada hoja del cuchillo en su carne, lo saqué y volví a repetir la acción. Lo clavé reiteradas veces en su vientre y su coño. La fría hoja penetraba con ahínco mutilando su entrepierna mientras el líquido cálido manaba jugoso. Tuve la tentación de chupar, pero me contuve. ¡Quién sabe la de enfermedades que pueden tener esas perras!”
A Jack le gustaba recrearse en esa experiencia orgásmica de la noche anterior. No quería que el éxtasis de la experiencia se apaciguara. Al escribirlo lo recordaría, lo inmortalizaría para releerlo cuantas veces quiera y revivir de alguna manera esa noche. Ya había sentido algo similar anteriormente, pero nunca tan intenso como aquella madrugada del 31 de agosto de 1888 en una solitaria y oscura calle de Whitechapel.

Y es que el pobre Jack nunca tuvo buena mano con las mujeres. Madeleine le usó, le engañó, le hizo creer que le amaba y lo único que quería era satisfacerse tras el divorcio de su marido. Era mayor que él e hizo lo que quiso con un hombre joven desesperado por una mujer. Rompió una pareja estable, amigos suyos, sólo porque la chica le atraía, sin llegar a amarla. Tras la separación, ella también le rechazó. Tan desesperado estaba que hasta con una menor trató de engatusarla aprovechándose del cariño de ella hacia él. Manipulándola, engañándola y mintiéndola trató de manejarla e incluso cambiarla para que su aspecto se asemejara al que había tenido la chica que más deseó. Obsesionado por ese ideal, Jack trató de cambiar a esa chica para crear a imagen y semejanza de la otra muchacha. No sólo eso si no que la aisló, así como algunas de sus amistades, para que no hablaran entre sí, para que no supieran de sus planes y poder manejarlos mejor con sus mentiras teniéndolos a todos separados. El titiritero manejaría mucho mejor así los hilos de sus marionetas. Tal era su desesperación, que incluso buscaba pareja por anuncios. Y es que si de algo carecía Jack era de hombría. No era capaz de mantener a ninguna mujer a su lado, de hecho, algunas incluso se aprovechaban de él. Había estado demasiado apegado a su madre por años. En vez de resolver sus problemas o conflictos, daba la espalda y soltaba todo con mentiras, tergiversaciones y exageraciones a otras personas. O simplemente huía y no se enfrentaba a su problema. No daba la cara como un hombre porque seguramente no pudiera demostrar nada de hombría o de razón ante los argumentos que otros caballeros pudieran reprocharle. Jack solía negar todo hasta que se veía acorralado y entonces ponía una excusa para lo que hasta ese mismo momento había estado negando. Jack no era una persona fiel ni consigo misma, cuanto menos con los demás. De hecho, Jack se aprovechaba de los demás tal como él creía que se aprovechaban de él, sobre todo el sexo femenino. Odiaba a las mujeres por miedo. Porque sabía que ellas tenían el poder y él no. Él, como hombre, no tenía poder alguno. Sabe que no tiene nada que hacer y se frustra, es negativo y hunde a las personas con ilusiones porque él no puede conseguirlo también. Esa frustración y esa represión, tarde o temprano tiene que salir y el comportamiento que empezó con mentiras y tergiversaciones para manipular a la gente de su entorno es el primer paso para el crimen para una persona que sólo piensa en sí misma. La mentira, aparte de ser una forma de violencia más sutil, es también una forma de poder, de sentirse poderoso, la mentira es el escudo del cobarde. Llegó incluso a llevar a la depresión a una pareja que tuvo, acabando en el hospital por su culpa. Por ahí se empieza siempre. Pero cuando hubo el primer delito de maltrato físico tuvo que huir y emigrar. Jack es el tipo de persona que está vacío por dentro, no sólo de sentimientos si no de valores y de personalidad. Él se dedica a imitar a otros, a actuar e interpretar un papel. Si ve que a alguien le funciona una estrategia para flirtear, la copia milimétricamente. Que ve que alguien le sienta bien un peinado, lo copia a la perfección. Se dedica a copiar y a imitar. Su impulsividad le ha llevado en varias ocasiones a actuar no racionalmente como un caballero, si no como un desesperado sexual al que le controla su pene y sus hormonas de adolescente, a pesar de que ya es un hombre. Ese descontrol le ha llevado en el pasado a muchos conflictos. Una persona que se contradice a sí misma, miente a familiares, colegas, parejas y demás sólo por su complacencia no es muy de fiar. ¿Y quién iba a sospechar de él? Con su carisma, su extroversión, su sociabilidad… todo eso es la máscara que cubre su verdadero ser. Por eso nunca dejaba que lo conocieran a fondo ni se mostraba abiertamente. Por eso huía de quien lograba atisbar en sus pensamientos y emociones. Era un camaleón, capaz de adaptarse a cualquiera con tal de encajar y ser aceptado. Esa dependencia e inseguridad creaban continuos conflictos en su interior. Incluso Jack no era su verdadero nombre, era un mero pseudónimo. Otra mentira más, otra máscara. ¿Y qué mejor lugar para buscar refugio que en la Inglaterra victoriana? Una sociedad regida por la doble moral, por las fachadas, por las falsas apariencias. Una sociedad donde reinaba el puritanismo y se practicaba el libertinaje de manera clandestina. Si, la melancólica y vieja Inglaterra era el lugar perfecto para huir y escapar de la justicia hasta que las cosas se calmasen. Y había llegado allí en verano del año anterior. Un hombre resentido que huía por cometer un crimen y se iba a refugiar a la zona donde reina el crimen y sólo existe la ley del más fuerte. Whitechapel era pura depravación e inmoralidad.

miércoles, 6 de agosto de 2014

Ojos que no ven...



OJOS QUE NO VEN...

"A veces nos engañamos a nosotros mismos con tal de no asumir la verdad, autoengañándonos de que nuestras deducciones son meras paranoias..." Así empezaba su confesión. 

Todo comenzó en un frío invierno en la mañana de Navidad. Estaba siendo uno de los inviernos más crudos que se recuerdan en la zona. Cada noche la temperatura oscilaba entre los -3 y los -8 grados centígrados. Aquella mañana amaneció con una nevada impresionante. Todas las casas y edificios saludaron al sol matutino cubiertos con un manto espeso de nieve que brillaba bajo la luz como miles de diamantes blancos. El hielo hacía que la nieve crujiera bajo los pies. Un día espléndido para tomar unas hermosas fotografías y, a las afueras, cerca de la ermita, la imagen debió adquirir una belleza como pocas veces. El anaranjado sol daba un brillo rosado al cielo durante el amanecer, y antes de que hubiera salido por completo, una llamada a la Benemérita ensombreció la belleza de aquel día. El misterio estaba servido. Un cadáver femenino había sido encontrado flotando en un río con una única herida mortal: una perforación con algún objeto punzante en el ojo derecho. Hasta que los investigadores no ahondasen más en el turbio asunto no se puede dictaminar si había sido accidente o asesinato, aunque parece apuntar a que fue un homicidio. El cuerpo en cuestión fue hayado estancado en unas rocas empotrado contra ellas por la fuerte corriente que bajaba. El protagonista del macabro hallazgo fue Nicolás Sánchez, un joven adolescente que grababa un vídeo para YouTube con los amigos en un paraje apartado aprovechando la belleza de la blancura del campo debido a las fuertes nevadas. Aunque el día era gris, su ilusión y motivación estaban brillando hasta apagarse por completo al llegar al puente que cruza hacia la ermita de Nuestra Señora del Carmen. Fue entonces cuando uno de los muchachos avistó lo que en un primer momento tomó por un montón de telas, como un paquete envuelto en sacos. Al acercarse y comprobar lo que era, una figura humana inerte se mostró ante sus ojos. No era un muñeco ni un maniquí, era un cadáver. Enseguida huyeron del lugar y dieron parte del hallazgo. Enseguida las autoridades dispusieron todos los medios para aislar y preservar el lugar. Inspeccionaron la zona río arriba por si encontraban alguna pista aunque, con la fuerte nevada que había caido esa noche, habría quedado enterrada y sería muy difícil conseguir algo útil para la investigación. ¿Quién era esa mujer? ¿Qué le había sucedido? ¿Cuánto llevaba muerta? ¿Cómo llegó hasta allí? Eran demasiados los interrogantes que planteaba y para empezar a obtener respuestas deberían llevar el cuerpo al forense. 
Presentaba una perforación en el ojo derecho, destrozando el globo ocular y llegando hasta el cerebro, que sin duda fue lo que la mató. Algunos hematomas por contusiones se mostraban en diversas partes del cuerpo, así como arañazos o rozaduras, que los forenses atribuyeron al arrastre del cuerpo por entre ramas y rocas por las bravas aguas. Un pequeño aro en torno al dedo anular izquierdo ligeramente más claro delataba que ahí había habido un anillo, la alianza de matrimonio. Calculaban que llevaba muerta unas horas, posiblemente desde la noche de Nochebuena. No se encontraron pertenencias cerca del cuerpo ni río abajo, ni bolso, ni identificación ni nada. En cuanto el inspector Carlos Ramírez supo de ello, rastreó las denuncias por desaparición de los alrededores de la última semana. No pudo encontrar absolutamente nada. Durante los próximos días se realizarían las pruebas del ADN al cuerpo de la víctima y se ampliaría el rango de búsqueda de denuncias a un mes atrás y un radio de veinte kilómetros a la redonda. 

La identificación del cuerpo dio el nombre de Margarita Echeverría, 46 años, casada con domicilio en C/ la Arbolada, número 17. Su marido, bueno, su viudo, era un psicólogo llamado Emilio Torres. Ramírez enseguida se puso en contacto con él para darle la funesta noticia y tratar de obtener alguna pista sobre el caso. El propio Ramírez se presentó con el coche patrulla en el domicilio de Emilio con otro funcionario. Observó la dirección y comprobó que era la misma de sus archivos. Echó un vistazo al buzón y ambos nombres se hayaban escritos en él, por lo que no vivían separados. Ella había vivido allí y sin embargo su marido no dio parte de su desaparición a la policía en todos esos días desde que se encontró el cuerpo. Ni siquiera se molestó en conocer la identidad de la víctima cuando salió en los periódicos. Ramírez alzó una mano y llamó al timbre. Esperó. Un hombre calvo y con gafas y barba miró huraño desde detrás de la puerta a medio abrir. Ramírez se identificó y le comunicó el destino de su difunta esposa. Emilio se derrumbó. 

Cuando Emilio pudo recomponerse a medias, comenzó a hacer preguntas a los policías. El psicólogo, sentado en el sillón frente a la chimenea, tenía la cara hundida entre sus manos por las cuales salían lamentos y quejidos. Los hombres le consolaban de pie, cada uno a un lado de Emilio. De cuando en cuando se pasaba la mano por el cuello como si le doliera la garganta. Cuando el llanto cesó y la angustia pasó, Ramírez comenzó a preguntarle por Marga. 
- Mi esposa -comenzó a explicar Emilio-, mi difunta esposa iba a ir a pasar una temporada con su madre que está enferma. 
- ¿No se le ocurrió llamarla o ella a usted en todo este tiempo? ¿Ni si quiera para preguntar por la salud de su suegra?
- No, mi trabajo no me deja demasiado tiempo y además, ella... bueno... habíamos discutido y estábamos de morros. Acordemos mutuamente que sería mejor separarnos por un tiempo hasta que las cosas se calmaran y ella podría ir a ver a su madre mientras tanto. 
- ¿Hasta que las cosas se calmaran?
- Sí. 
- ¿A qué se refiere con eso?
- Bueno... son cosas privadas, no creo que sea necesario contarlo.
- Sr. Torres, su mujer está muerta, presumiblemente asesinada, creo que hasta el más mínimo detalle, por personal que éste sea, puede ayudarnos en la investigación. Le aseguro que lo que usted nos cuente será completamente confidencial. 
- Bueno, ella... ella pensaba que tenía una aventura con una de mis pacientes. Por supuesto eso es falso, pero ella lo creía. Tuvimos varias discusiones y finalmente decidimos darnos un tiempo. Esa chica no sabe nada de que mi mujer pensaba nada de eso, tampoco le convendría en su estado de salud saberlo.
- ¿Sabe si su mujer tenía algún enemigo? Alguien que la odiara...
- No.
- ¿Nadie? 
- Nadie.
- ¿Cuándo fue la última vez que la vió o habló con ella?
- El mismo día en que se marchó. Yo la acerqué en el coche hasta la estación de autobuses y allí nos despedimos.
- ¿Y no la volvió a ver más?
- No. 
- ¿No habló con ella?
- No.
- ¿No volvió a saber de ella?
- Nada en absoluto. 
- Hábleme de esa chica, su paciente.
- ¿Realmente puedo desvelar la identidad de mis pacientes? Yo creo que no...
- No quiero que me desvele su identidad, sólo porqué su mujer sospechaba que usted estaba teniendo una aventura con ella. 
- Yo soy psicólogo y escucho problemas de la gente. Ella tuvo una infancia bastante desatendida, sobre todo por parte paterna. Digamos que la chica busca un sustituto paterno desesperadamente en cualquier hombre que pueda. Ella busca el amor en un hombre.
- ¿Una ninfómana?
- No exactamente, pero algo así. A mi mujer no le hacía demasiado gracia que tratara a chicas así, y el hecho de que estuvieramos los dos a solas, durante una hora o más, encerrados en mi consulta... la ponía muy celosa. No quería perder a un hombre como yo -Emilio tosió varias-. Incluso hasta por mi barba me culpaba, me decía: "Antes decías que los hombres que se dejan barba lo hacen por que ocultan algo, y ahora tú te la dejas". 

Ramírez se presentó en la estación de autobuses con una foto de la fallecida tratando de encontrar a alguien que la reconociera, pero nadie la vió. Ninguno de los empleados de la estación que estuvieron aquel día trabajando dijo recordarla. Tampoco se la vió en las grabaciones de seguridad. Cambió de táctica y decidió buscar a su madre. La mujer estaba muy débil y no creía conveniente darla una noticia así, por lo que habló con una de las hijas, la hermana pequeña de Marga, Carmen. El shock que sufrió al recibir tan devastadora noticia hace que por poco no se desmayara. Su madre no debía conocer el destino de su primogénita ni por asomo. Carmen no había recibido noticia de que su hermana mayor fuera a verlas ni que hubiera discutido recientemente con Emilio. No sabía nada de eso y, por supuesto, tampoco había visto a su hermana por allí.

- ¿Qué le sucede a su madre?
- Padece del corazón, está muy débil. Además, hace meses ha estado sufriendo mucho por mi hermana. 
- ¿Por qué?
- Mi cuñado no la daba buena vida, mi hermana venía aquí muchas veces llorando y nerviosa. Su matrimonio estaba en crisis y bueno... puede imaginar lo que una madre puede llegar a callar. Ella no quería meterse en la relación de mi hermana pero sufría por ello. Mucho. Eso durante muchos meses, que no me extrañaría nada que ese estrés continuo sea lo que le ha llevado a estar como está ahora. Es muy duro para una madre ver cómo alguien a quien quieres sufre por una tercera persona durante mucho tiempo y no poder hacer nada para evitarlo. Sentirse impotente ante el sufrimiento de un ser querido. 

Acababa de comenzar la investigación y ya habían dos personas que se contradecían: su hermana Carmen y su viudo Emilio. Uno de los dos mentía ¿O tal vez no? ¿Y si ambos decían la verdad, o al menos, lo que creían que era la verdad? Ramírez pasó mucho tiempo reflexionando. 

Emilio había dicho que su mujer tenía sospechas de que le era infiel con una paciente, ¿no podría ser, a modo de venganza, que ella tuviera un amante secreto con el que se vería? La infidelidad es algo que se escoge hacer o no y puede tener consecuencias devastadoras, de estrés postraumático, se puede llegar a perder la cabeza, estamos tratando con cuestiones de salud mental muy importantes... Tras la primera infidelidad, pierdes la confianza, siempre queda esa duda, el hecho de que nunca pensó que podría ser y fue... Podría perfectamente haber puesto la excusa de visitar a su madre y, sabiendo que él no se pondrá en contacto con la familia debido a la reciente discusión, utilizarlo como coartada para verse con ese hipotético amante, eso probaría porque se quitó el anillo de casada. Pero ¿y su hermana? ella dijo que no tenía ni idea de que hubieran discutido, ella podría haber llamado a casa del matrimonio de manera inocente y descubierto así la mentira de su hermana. No, había algo que se le escapaba. Faltaban datos. 

Podría seguir el rastro del cadáver. Primeramente analizaría el hallazgo. El cuerpo se encontró cerca de un puente con diversas magulladuras al haber sido arrastrado por la corriente. Sería lógico pensar que cayó desde algún lugar más arriba del río. Lo que le escamaba a Ramírez era la herida del ojo. No parecía un accidente. Los propios forenses lo dijeron, era posible una herida así, sin embargo, poco probable. Incluso parecía ser un objeto puntiagudo y de bordes redondeados dadas las marcas dejadas en los tejidos. En la naturaleza no se suelen ver objetos así, por norma general son muy irregulares, nada simétricos, y es de suponer que hubieran arrancado parte de la carne o hubiera quedado algo de dicho objeto dentro si hubiera sido algo natural como una roca afilada o una gruesa rama. Necesitaba hacerse una idea del tipo de persona que era ella, por lo que decidió interrogar a todos los que pudieran proporcionarle cualquier pincelada sobre su personalidad, vida, movimientos, conocidos, intereses o cualquier pista posible.

Las nevadas se intensificaban en aquel mes de enero. Las heladas eran crudas como ningún otro año. Las temperaturas solían estar a bajo cero constantemente. El paisaje era blanco, de un puro blanco virginal y que alguien ha manchado de rojo sangre. ¿La habría apuñalado alguien? Imposible, un cuchillo es plano, no redondeado. Pero podría haber utilizado cualquier otro objeto. Y de ser así ¿lo habría hecho por delante o por detrás? Por delante, seguro. Cara a cara. Por la espalda es muy difícil apuñalar a alguien justo en un ojo de manera que el arma penetre hasta el cerebro y arrancar de esa manera su vida. Pero la herida estaba en el ojo derecho por lo que, de haber sido cara a cara, tuvo que haber sido alguien zurdo. ¿Un amante enfurecido? Ramírez supo por sus compañeras de trabajo, vecinos y algunas amistades que no era del todo fiel a su marido. Eso explicaría porqué no llevaba el anillo de casada cuando la mataron, si es que se cometió un homicidio, ella no querría que se fijaran en la alianza. Si pudiera dar con la persona con la que se veía...

Cualquier investigación consiste en una pista que lleva a la otra y a otra y a otra... teniendo todas presentes a la vez y jugando al puzzle con ellas. El ADN llevó a la identificación de la víctima, lo que llevó al marido, a su familia y ahora a su trabajo. Una editorial. Una compañera dijo que el marido no le gustaba ni un pelo, que tenía pinta de celoso y posesivo. Un compañero conocía a Emilio de un par de encuentros y a él le parecía un hombre absolutamente normal, incluso amable y simpático. Pero si había algo que realmente le llamó la atención de Ramírez fue Celia, la hija del director de la editorial. Celia había estado saliendo con Emilio y a través de ella conoció a Marga y se casaron. Como pareja sentimental, ella podría ofrecer un perfil más exacto de la clase de persona que era Emilio.

Celia, una ex, confesó que ella estaba con otro hombre cuando Emilio se metió en su relación y provocó la ruptura de una pareja estable, sin quererla realmente, sólo porque le atraía sexualmente. 
- Decía que me quería mucho -recordó la mujer ante Ramírez-, y sin embargo no dejaba de mentirme y engañarme. Me quería mucho y no dejaba de hacer las cosas que sabía que me dolían. Si había algún problema corría a sus amigos a contárselo y a criticarme a mis espaldas y ni se molestaba en hablar conmigo para tratar de arreglarlo... y eso que me quería mucho. No quiero ni pensar qué será capaz de hacer a una persona a la que no quiera. Siempre intentaba hacerme sentir mal, todo lo mío era una mierda, no vale nada, lo suyo era siempre mejor... y que te diga eso un día tras otro te hunde. Siempre con la negatividad encima. Ahora me doy cuenta de todo y de lo tonta que fui. Perdí a quien me quería por alguien que sólo quería mi físico. Hay personas que son como los tumores, una vez extirpados de tu vida, todo mejora. 
Ante la insistencia de Ramírez por si había vuelto a mantener el contacto con él, ella lo negó y remarcó varias veces que no tenía la necesidad de hacerlo cuando ahora ella era libre y le iba todo tan bien, no quería volver a dejarse pisotear y humillar por alguien que no la apreciaba. Preguntando por más rasgos de su personalidad, ella mencionó la envidia.
- Era muy envidioso. Él tenía que tener siempre lo mejor y ser el mejor. Presumía de lo que no tenía y en cuanto alguien se lo decía, lo odiaba. Presumía de saludable y atlético cuando se atiborraba de pastillas y revisiones médicas constantemente y otros hombres, tanto más jóvenes como más mayoresque él, tenían un tipo mucho mejor que el suyo. Eso le carcomía. Gente que no se cuidaba en absoluto y estaba en mejor forma que él. Tenía una obsesión con las apariencias, con aparentar ser algo que no era. Hace gala de ser una persona sana y activa sin embargo fuma y necesita aparcar el coche en la mismísima puerta de cualquier sitio con tal de no dar unos pasos andando. Solía contradecirse en esas cosas. Dependiendo de la persona con la que estuviese hablando mostraba una opinión u otra.
- ¿Un psiquiatra que muestra lo que no es?
- Psicólogo.
- Eso, psicólogo. 
- Tendrá doble personalidad -bromeó Celia soltando una carcajada-, o será bipolar ¡Qué sé yo!
- ¿Alguna vez se puso violento con usted?
- No, jamás que yo recuerde.
- Ni le habló de malas maneras.
- No.
- ¿Nunca?
- Nunca.
- ¿Qué vió en él para cortar su relación?
- Egoísmo. Mucho egoísmo por su parte. No miraba por los demás, decía querernos pero jugaba con todos, sólo mirando por su bien y para sus intereses. Incluso nos ponía en contra. ¿Usted sabe lo que es sacrificarse una por alguien que no mueve ni un sólo dedo por tí? ¿Sabe la de veces que me fallé a mí misma por no fallarle a él? Es un flojo, un don nadie y no es capaz de matener a una mujer a su lado a no ser mediante el chantaje o el maltrato. Además, para ser comunista su filosofía de vida era lo tuyo es mío y lo mío es mío. 

Ramírez fue a preguntar a Emilio por el amante de su difunta esposa. Él sólo sabía que era un chico joven, que podría ser su hijo, y que era moreno, pero desconocía tanto su domicilio como su nombre. Afirmó haberlo visto una única vez con su mujer, pero que no había vuelto a saber de él.
-Pero podría tratarse de otra persona -intervino Ramírez-, ¿no cree?
- No, estoy seguro de que ese era el amante de Marga, los vecinos también le han visto y la descripción coincide perfectamente con el chico que vi.
Algunos vecinos decían haber visto a Marga con un chico más joven que ella en actitud muy cariñosa. Un joven de origen latinoamericano bien parecido. Las descripciones eran muy similares. Todos coincidían en que era un chico delgado pero fibrado, no demasiado alto, de rostro ancho y marcado, pelo y ojos muy oscuros y piel atezada.
Sonó el teléfono y Emilio descolgó el auricular.
- ¿Sí?... ¿Que qué le hecho a tu hermana? Yo no la he hecho nada... No, yo nunca le haría nada a mi mujer...  ¡Que no le he hecho nada a esa mujer!
La mujer colgó y él hizo lo propio, se volvió hacia Ramírez con cara de amargura y exclamó:
- ¡Me acosan! La hermana de mi mujer me acusa de haberla hecho algo. Nunca me tragó y ahora tiene su oportunidad para hundirme. A mi, que siempre lo di todo por ellas.
- Tranquilícese. Deje el asunto en mis manos y usted continúe con su vida. 
- Es que no puedo con este estrés. Yo que hice tanto por ellas para que ahora me acusen de manera tan despiadada...
- Al final todo sale a la luz, si usted es inocente no se preocupe, la mentira tiene las patas cortas y al final quedará mal quien las pronuncie.
- ¿Sabe quien creo que lo hizo? El maldito de Francisco. Se veía con mi mujer y ahora, junto con mi cuñada, quieren implicarme a mí en todo este asunto. 
- ¿Qué le hace pensar que su cuñada tambien está implicada?
- Bueno, mi suegra está muy mal y sólo son dos hermanas, eliminando a una queda toda la herencia para la otra si le pasara algo a mi suegra.
- ¿La cree capaz de algo así?
- Sí. Si me están acusando y acosando de esta manera... me espero lo que sea de ella.
- Bueno, bueno, tranquilícese. Le prometo que le investigaremos. ¿Sabe dónde podríamos encontrarle a ese tal Francisco o su apellido?
- No estoy muy seguro, creo que Durán. No se dónde vive.
- Bueno, es un comienzo. Gracias.

Introdujo en el ordenador el nombre que le habían proporcionado: Francisco Durán. Buscó y encontró. Francisco Durán Abello, veintidos años, nacionalidad peruana con residencia en España desde 2010. Vive con sus padres, abuela y sus dos hermanas. Ramírez buscó al chico. Vivía en un piso, en un edificio no demasiado elegante. El inspector no tuvo necesidad de llamar al telefonillo ya que, según se acercaba al portal, Francisco salía con una bicicleta. El hombre le detuvo y se identificó, comenzó a preguntarle por Marga y el chico pareció mostrarse algo nervioso pero sumamente colaborador con su interrogador. 
- ¿Cuando fue la última vez que viste a Margarita?
- ¡Ay, déjeme pensar...! Fue el día antes de nochebuena, creo. 
- ¿El día veintitres?
- Sí, el veintitres. 
- ¿Has vuelto a hablar con ella?
- Claro.
- ¿Cuándo fue la última vez?
- Ayer por la noche.
- ¿Ayer por la noche?
- Sí.
- ¿Por teléfono?
- Por WhatsApp.
- De modo, que no oíste su voz.
- No, desde la última vez que la vi no la he vuelto a escuchar tampoco.
- Desde la última vez que la viste, en esas conversaciones por... "guasá" o como se diga... ¿no has notado nada raro en ella?
- No, sólo que no se conecta a las mismas horas que antes.
- ¿A qué horas se conectaba antes y ahora?
- Antes durante el día, a partir de las nueve de la mañana hasta las siete de la tarde, ocasionalmente también por la noche, pero en ese horario es cuando más fácil era localizarla. Ahora casualmente es al revés, suele conectarse antes de las nueve y después de las siete, es raro pillarla entre esas horas. 
- ¿No sabes por qué?
- No, me dijo que estaba ocupada pero no sé exactamente en qué ni porqué.
- ¿Y dices que no la has notado nada raro en las conversaciones?
- Nada a excepción de que parece más cariñosa que antes. Es la sensación que me da...
- ¿Has probado a llamarla por teléfono?
- No, si está ocupada no quiero molestarla.
- ¿Algo a cambiado en su forma de actuar?
- No, sólo que quiere quedar en su casa.
- ¿En su casa?
- Sí, eso me dijo.
- Pues que sepas que la persona con la que hablas no es Marga.
- ¿Cómo que no?
- Margarita fue encontrada muerta la mañana de Navidad.
- ¿Qué? No es posible.
- Sí que lo es. Pero hazme un favor, sigue la corriente a quien sea que se está haciendo pasar por Marga, no te muestres reacio a seguir hablando...
- ¡No puede ser, no me lo puedo creer! Muerta...
- Sí, joven, sí. Presumiblemente asesinada.
- Pero ¿cómo? -las lágrimas comenzaron a hacer aparición en sus ojos mientras se le quebraba la voz.
- Creemos que le han clavado algo en un ojo y la arrojaron al río.
- ¡Qué monstruosidad!
- Cálmate muchacho.
- No sé si podré fingir que no sucede nada...
- Tienes que intentarlo.
- Habíamos tenido conversación demasiado íntimas y... bueno, le pasé fotos también íntimas. 
- Quizás podramos rastrear el teléfono y avergiuar desde dónde se ponen en contacto contigo. Usurpar la identidad de otra persona es un delito.
Francisco le proporcionó el número de teléfono de la mujer.

Otro hecho grotesco. Esta vez un suicidio. Carmen había aparecido ahorcada. El cadáver fue descolgado y llevado al hospital para realizar la autopsia por si hubiera consumido algún tipo de droga o alcohol que la impulsara al suicidio. La noticia de la muerte de su hermana y el cargo de su madre enferma le habrían llevado a una depresión que acabaría por tomar una salida trágica. Una de las sospechosas quedaba exlcuída, a no ser que los remordimientos del asesinato se apoderasen de ella y no lo aguantara más... El hecho de que esté muerta no la exime de culpabilidad.

Sorprendentemente, el teléfono de la difunta se hayaba en su casa, y Francisco continuaba manteniendo conversaciones con su "amante". Sólo una persona quedaba en esa casa. La misma persona que primeramente dijo no saber la identiad de Francisco y momentos más tarde en la conversación le proporcionó el nombre. Sólo una persona puede conocer lo suficientemente a Marga para hacerse pasar por ella. Sólo una persona podría tener motivos para concertar una cita con el hombre con el que su esposa le puso los cuernos... 

La pareja se besó tras regalarle la joya y el hombre se marchó. Emilio salía de la consulta al finalizar su jornada cuando un sonido le sobresaltó. Al darse la vuelta vió a Ramírez golpeando sus zapatos sobre la acera para quitarse la nieve adherida a su calzado. Simuló ser un encuentro fortuito, pero lo cierto es que el detective sabía que iba a verle. Tras un saludo y unas cordiales palabras amistosas, unas pequeñas observaciones a la ronquera del doctor y Ramírez abordó el tema sin rodeos. 
- Inspector -dijo Emilio-, es muy común en las personas infieles, acusar al cónyuge de lo que hacen...  No me extrañaría nada que tuviera no sólo a alguien, si no a varios, aunque no pueda decirle con quienes exactamente. 
- ¿Usted ponía en práctica sus conocimientos de psicología con su esposa?
- No, pero visto en retrospectiva, encajaría perfectamente en el perfil de una esposa infiel. Quizás su amante descubrió que estaba casada y, si no me dejaba para irse con él, la mataría. Y eso hizo. 
- Eso es mucho especular ¿no cree?
- Bueno, mi trabajo es parecido al suyo. Usted busca pistas que lo conduzcan al criminal, yo busco pistas que me conduzcan a una razón del comportamiento humano. ¿Por qué mi mujer desaparecía durante largas horas varios días y me acusaba de estar con una paciente? ¿Por qué ella se acicalaba y arreglaba tanto sólo para estar con las "amigas"? ¿Por qué volvía tan contenta a casa? No hay duda de que me era infiel, me engañaba inspector Ramírez. Y no sólo eso, muchas veces solía ponerse más cariñosa de lo normal, haciendo la pelota. He pensado mucho en todo esto. Yo también quiero llegar al fondo de todo esto ¿sabe?
Ramírez sacó un paquete de cigarrillos y se llevó a la boca uno.
- No le ofrezco por su garganta.
- No se preocupe, puedo fumar.
Le dió otro a Emilio quien lo tomó con su siniestra. Ramírez se acercó al cigarro de Emilio y de una vez, prendió ambos.
- He hablado con Francisco. Es un chico muy atlético ¿quién lo diría siendo tan joven? Aunque bueno, hay jóvenes de quince años que están cuadrados, parecen culturistas. Dan miedo sólo verlos ¿no cree?
- Sí... -Emilio tuvo un tic de arrugar toda la cara- Se meterán esteroides o algo.
- No lo crea. Mi nieto no toma nada y es fortísimo físicamente. Sólo tiene diecisiete años, y no crea que presume de músculos, y eso que puede, créame.
- ¡Ajá!
Ramírez se pasó la mano por la cabellera, peinándose el pelo. Emilio volvió a tener otro tic al ver ese gesto, al ver el cano cabello ondular bajo su mano y que él sólo pudiera acariciar una calva sudorosa. Ramírez disfrutaba haciéndole sufrir con eso. Hacerle ver que presumía de lo que no tenía (ni salud, ni músculos, ni pelo), y ver cómo se ponía verde de envidia. Como un adolescente, Emilio pensaba que eso era la clave del éxito, pero nada más lejos de la realidad. En psicología se le consideraría una persona inmadura e insegura de sí misma, acomplejada. Todas esas mujeres que han pasado por su vida, incluso que tenían que buscar el amor fuera... le revelaban como un perdedor. Pero el problema no era que ellas no le quisieran, el problema era que él sólo quería a una sola persona, a sí mismo. 
- Cuídese esa barriguita, que para ser doctor...
- ¡Soy psicólogo!
- Disculpe, eso quería decir. No se ofusque usted.
- ¿A qué a venido?
- Para hablarle de su mujer y su amante. Para ser tan solitaria, le gustaba flirtear por lo que parece.
- Buscaba amor.
- El mismo que usted no le proporcionaba usted y tenía que buscarlo fuera.
- Le denunciaré por acoso como no me deje en paz.
- Está bien, está usted en todo su derecho pero, quizás le interese saber al juez porqué mató usted a su esposa.
- ¿Qué está diciendo?
- Estoy diciendo que a su esposa la mató un zurdo y usted lo es, estoy diciendo que como criminólogo también entiendo de psicología y usted era la persona que impedía a su esposa relacionarse, estoy diciendo que su familia no supo nada de que tuviera intención de ir a visitarla y en la estación de autobuses nadie la ha visto ni en las cámaras de seguridad ha quedado registrado que usted o su difunta esposa estuvieran allí aquel día... estoy diciendo que su versión y sus mentiras no tienen ni pies ni cabeza... como psicólogo no sé, pero como actor es usted buenísimo. Por un momento nos hizo creer que estaba realmente afligido cuando le dimos la noticia de la muerte de su esposa, pero se le pasó demasiado pronto e incluso hablaba de su mujer con cierto desprecio, tachándola de manipuladora cuando es usted el que manipula y es un machista maltratador. ¿Esa chica con la que se a besado al salir de su consulta es acaso mayor de edad? No creo que le guste al juez que un hombre respetable ande por ahí magreándose con adolescentes. Además, me gustaría saber de dónde ha sacado el dinero para regalarle esa pulsera a esa chica. 
- Es cierto, la muy perra se lo merecía... me tiré a una paciente ¿y? ella lo descubrió ¿y? Pero luego la puta comenzó a tontear con otro a mis espaldas... lo supe pero no la dije nada. Dije que la había dejado a esta chica pero ella continuó saliendo con ese niñato... dejé pasar el tiempo porque, ya se sabe... la venganza es un plato que se sirve frío, ¿y qué hay más frío que el hielo del invierno? -Su voz sonaba cada vez más forzada y e irritada- Yo la maté y yo cobré el seguro, pero que soy un asesino eso tendrá que demostrarlo, si puede, porque no hay arma del crimen ya.
- Claro que lo haré, no se preocupe.

Ramírez tenía el cuerpo del delito, el sospechoso y los motivos, pero ¿cómo demostrarlo? En la comisaría tenía todos los archivos, informes de la autopsia, declaraciones... pero ¿cómo demostrar que él la mató y con qué? Aunque sea ¿le podría meter un puro por pederasta? Si la chica quiere y se deja, lo va a tener más difícil, porque es una relación consentida. Si ella no quisiera nada con él, sería suyo. Al menos ¿cuál era y dónde estaba el arma del crimen? Algo punzante y redondeado. ¿Qué podría ser? Una llamada sobresalto al inspector. Parece ser que ela autopsia del cuerpo de Carmen revelaba algo increíble. No había suicidio alguno. En su estómago aún había comida a medio digerir, y una persona que se va a quitar la vida no se atiborra antes. las marcas de su cuello era horizontales y era varias no una sola y en perpendicular como dejaría una soga. La tráquea esta rota a la altura de la nuez y, casualmente, la medida de las manos del agresor que la estranguló coinciden con las de Emilio y, sorpresa, le habían robado una cara pulsera que ahora portaba en su muñeca una adolescente con problemas para controlar sus impulsos sexuales paciente de Emilio. Ya tenían suficientes pruebas para arrestarlo y en cuanto consiguieran algunas más podrían ponerle entre rejas.

- A veces nos mentimos a nosotros mismos con tal de no asumir la verdad, autoengañándonos de que nuestras deducciones son meras paranoias. Se maquillaba demasiado para ir con las amigas, se arreglaba, venía demasiado contenta, como si hubiera estado cabalgando todas esas horas, la muy puta. Venía y me hacía la pelota en exceso cuando por otra parte poseía un distanciamiento emocional. Le entraba la risa nerviosa al hacer referencia a él y se le aceleraba la respiración como una adolescente en celo. Hablaba con alguien por mensajitos. Referencias al amor, a ponerse guapa para salir... Si tanto lo quería, yo sí que le metí una buena barra en el ojo. Tan caliente que estaba la perra que la barra se derritió enseguida. 
- ¿Qué le hizo?
- Averíguelo usted, usted es policía. Me acusarán por el crimen de la chivata de su hermana pero no por el de esa zorra. 
- ¿Iba a matar también a Francisco?
- Ese puto panchito no se merece vivir. Le iba a cortar yo el rabo al pichabrava ese...
- ¿Y qué me dice usted de la chica de su consulta? Usted empezó todo esto.
- ¡Por que estaba harto de las traiciones de mi esposa!
- ¿Por qué no se divorció?
- ¿Para qué? Para que se lleve todo esa perra... ah no, yo soy más listo que eso.
- Lo suficientemente como para cometer un crimen del que no se le pueda acusar directamente por falta del arma del crimen pero lo suficientemente estúpido como para dejar pistas por todos los lados y cabos sueltos.

Sí, la venganza es un plato que se sirve frío y aquel invierno estaba siendo helador. Nieve y heladas. Escarcha y aire gélido. Pero Emilio no tenía frío, estaba bien caliente, sobretodo con su paciente. Cuerpo caliente y alma fría. Pero estaba adelgazando, enfermando. Su garganta le dolía horrores, incluso una pequeña protuberancia le había salido cerca de la nuez. La ronquera no se le iba aunque no fumara. No le quedaba más remedio que acudir al médico. El diagnóstico fue terrible: Cáncer de laringe por el virus del papiloma humano. Irónicamente su amante se lo había pegado cuando él le decía que se depilara, ya que expuso sus partes íntimas a una menor protección ante el virus y las infeccines. Él había estado criticando a su esposa y ahora se iba a acallar, precisamente por lo que tanto le gustaba a él, por el sexo. Seguro que ahora no iba a darle tanto a la lengua. El cáncer estaba demasiado extendido, fue detectado tarde y empeorado por el tabaco. Ahora, aunque no fuese condenado por la justicia por falta de pruebas, iba a sufrir lo suyo y su conciencia, si es que la tenía, no le dejaría dormir. Su vida se estaba consumiendo poco a poco, cruelmente. 

Ramírez, al enterarse de la suerte que corrió el psicólogo, lo tomó como un castigo del destino, de Dios o de quien sea, y que lo tenía bien merecido. Pero como mente lógica dispuesta a la resolución de crímenes aún le quedaba una pieza del rompecabezas por descubrir. Salió a la puerta de la comisaria a fumar un cigarrillo mientras meditaba. Afortunadamente ya no hacía tanto frío y las nevadas no eran tan intensas ni las noches tan frías. Poco a poco, el hielo se iba derritiendo para dar paso a la primavera. Miraba las nubes que dejaban paso al sol cuando algo le sobresaltó. Algo que había caído a su lado. Un carámbano de hielo de la cornisa había caído a escasos centímetros de él y se clavó en la nieve acumulada en la acera. Sonrió y se agachó a cojer el trozo de hielo puntiagudo y redondeado. Entonces la marca que dejó sobre la nieve le recordó algo... Esa marca ya la había visto antes. Y recordó también lo que le dijo Emilio: "La venganza es un plato que se sirve frío ¿y qué hay más frío que el hielo?". Por eso estaba tan seguro de que no iban a encontrar el arma del crimen, un carámbano clavado en el ojo es el arma perfecta ya que se derrite y no deja huellas dactilares. Aunque se lo hubiera dejado clavado en el ojo, no iban a encontrar más que agua, y ese agua podría ser del propio río. Tendría que tener demasiada sangre fría para hacer lo que hizo, ese hombre debía tener un corazón de hielo...