Salió a las cinco de la tarde con su coche. Pasaron más de 24 horas sin que se volviera a saber de él. Su madre, aquella por la que supuestamente tanto se preocupaba, estaba viviendo un auténtico calvario al no saber el paradero de su hijo y se atiborraba a calmantes y tranquilizantes. Un día entero sin comer ni dormir, sólo mirando el reloj y rezando por que el joven estuviera sano y salvo. El corazón le palpitaba, la angustia ante la incertidumbre la consumía. Y a su marido también. Era lógico. Unos padres cuyo único hijo acaba de desaparecer y nadie sabe nada... ni sus amigos.
Aquella tarde de fin de semana, Raúl le dijo a sus padres que se iba a pasar la tarde y noche con los colegas a Móstoles. Volvería al día siguiente. Pero al día siguiente no volvió. Ni a la hora de comer. A pesar de que su madre le llamó al móvil, no lo cogió. A pesar de que le mandó varios WhatsApps, no respondió. Y no volvía. Buscó en su agenda de teléfonos los de los amigos de Raúl y, uno por uno, fue llamando para preguntar por él. Todos contestaban lo mismo: "Raúl no ha pasado aquí la noche, desde ayer por la mañana no hemos vuelto a hablar con él y no ha quedado con nosotros. Es mentira que viniera a pasar la tarde o la noche con nosotros. Quizás se haya ido con otros amigos o amigas, pero por aquí no ha pasado."
Llegó a llamar incluso a un antiguo amigo, Miguel, por si sabía algo, pero ni él ni su hermana sabían nada. Esa misma tarde los amigos se presentaron en Chamberí para visitar a los inquietos padres de Raúl. Amparo y Rodrigo pusieron la denuncia de la desaparición de su hijo pero sin poder ofrecer más pistas que el coche, la matrícula y la ropa con la que salió la tarde anterior. Los muchachos se miraban entre sí como si supieran algo, como si ocultaran algo. Con las miradas, se preguntaban si debían o no contar lo que sabían a sus padres. Debían de hacerlo y así lo hicieron. La encargada para ello fue Esther.
- Amparo, Rodrigo... no digo que lo haya hecho esta vez pero sabemos que en más de una ocasión sí que lo ha hecho, por lo que no podemos descartar que ésta vez haya podido ocurrir... Raúl, había veces en que decía que estaba con nosotros cuando en realidad se iba a ver a alguna chica. Les mentía. Nosotros no le hemos visto y no sabemos de ninguna chica con la que estuviera hablando últimamente, pero no queremos ningún problema. No sabemos nada y somos conscientes que, al decir que estaba con nosotros, los principales sospechosos y la culpa recaerá encima nuestra...
El matrimonio no daba crédito a las palabras de la muchacha, aunque fueran sinceras. Y era cierto. No era la primera vez en la que Raúl daba de lado a sus amigos por una chica o los utilizaba como coartada mientras él se iba a ver a alguna chica a escondidas. Engañaba a sus padres utilizando a sus amigos por un maldito polvo.
Y lo cierto es que Raúl no era ningún angelito. Dejó a un amigo por que su madre pensaba que le podría hacer mal y él la hizo caso por que se "preocupaba" por ella, para que no estuviera mal, y sin embargo la engañaba y se iba por ahí en varias ocasiones con cualquier chica. A ella tampoco le gustaba eso, y sin embargo ahí ya no se "preocupaba" por su pobre madre, simplemente se preocupaba por su polla. Amparo había estado viviendo engañada por su hijo, la ocultaba cosas, la mentía, tergiversaba los hechos a su conveniencia... Sus amigos ya habían hablado con él del tema, y sin embargo hacía lo que le daba la gana.
Pero claro, siempre se puede pensar ¿qué va a pasar? Sólo es una mentirijilla, como mucho le pueden pillar la embustería, pero nada más. Hasta que pasa, como en ese momento, y ahora, esa madre por la que tanto se "preocupaba" estaba sufriendo un auténtico calvario al no saber dónde estaba su hijo ni qué le había pasado. Y todo a consecuencia de sus mentiras. ¿Acaso hay tortura mayor que la incertidumbre? ¿Mayor angustia que el no saber qué ha pasado con la persona que más quieres en la vida? Eso es lo que había conseguido.
Entonces la policía tenía una pista. Encontró un pista desconcertante. La fotografía realizada a un vehículo por exceso de velocidad mostraba el coche del muchacho. Mismo modelo, misma matrícula... aunque el conductor era inidentificable. Aunque dicha foto fue tomada a la entrada de Olías del Rey, un pequeño municipio a la entrada de Toledo, al sur de la capital y muy lejos de Móstoles, donde en teoría iba a ir. Unos kilómetros más al sur, en Toledo, un accidente de tráfico se había producido. El informe policial describe un vehículo idéntico al de la foto e idéntico al de Raúl. Encontraron huellas zigzagueantes, como si dos coches fuesen a colisionar y dieran un volantazo, aunque sólamente se descubrió un vehículo. El coche estaba destrozado y dentro había un cuerpo. Un cuerpo mutilado, destrozado por los cristales y los hierros y cuyas ropas coincidían con las descritas por los padres de Raúl. Su Smartphone tenía una gran cantidad de llamadas perdidas, mensajes y WhatsApps. Entre ellas, las de una joven de Toledo preguntando dónde estaba y a qué se debía la tardanza por llegar...
En ocasiones una mentira, aunque sea piadosa, puede causar más dolor y sufrimiento que la verdad más cruenta.
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