"¿Es que nadie va a escuchar mi historia que trata sobre una chica que llegó para quedarse?"
- John Lennon
Había una vez un gatito llamado
Jude que pasaba largos y solitarios días bajo un árbol seco y deshojado.
Siempre se tumbaba junto a su raíz, y los días de lluvia, por mucho que
intentara refugiarse, las frías gotas caían a través de las ramas secas y
acababan mojando al pequeño minino. ¿Pero qué podía hacer? Le encantaba aquel
árbol y no encontraba ningún otro lugar donde ir. Y así fue pasando los días,
semanas y meses bajo aquel árbol seco y feo, pero al que amaba con todo su
corazón gatuno y al que le era fiel a pesar de todo. El gatito cuidaba de su
árbol siempre y se acurrucaba por las noches bajo su raíz para dormir bajo la
luz de millares de estrellas tintineantes. Muchas veces intentaba acomodarlo
con ramas sueltas o hierbas, construirse una casita, pero nunca lo conseguía.
Intentó taparse con unas pajas, pero la lluvia se filtraba a través. Otra vez
intentó construirse un refugio con ramas, pero el aire lo derribó. Intentó
también hacer una casita con barro, pero su propio peso lo hundió. Así día tras
día y el gatito empezaba a pensar, entristecido, si era verdad lo que los demás
animales pensaban: tenía ideas muy raras y no tenía relación con otros
semejantes, sería un gatito inútil y fracasado en todos sus ámbitos de la vida.
El minino comenzaba a creerlo y maullaba lastimeramente a la luna noche tras
noche y lloraba cual bebé gato.
Un buen día, una sombra pasó sobre el felino
animal y el gatito comenzó a perseguirla alrededor del árbol. Algo fue bajando
y sombra y ave se juntaron en el suelo frente al minino.
- ¡Hola! –dijo aquel misterioso
pájaro de ébano.
- Hola… ¿eres un cuervo?
- Lo soy.
- ¿De dónde viene, Sr. Cuervo?
- De un lugar muy lejano, de allí
donde reina la maldad y es terreno de los hombres. Iba volando y volando en
medio de la oscuridad y me perdí, hasta que distinguí éste sitio y bajé para
descansar. ¿Por qué preguntas tanto?
El cuervo estaba a la defensiva,
era huraño y arisco. El gatito pudo notar una mirada más oscura y opaca que sus
plumas en los ojos del ave. Con un ronroneo y restregando el lomo contra una de
sus alas, el minino le dijo:
- Ven, te enseñaré algo que te
alegrará.
El cuervo, curioso, siguió al
gatito por largos caminos hasta un enorme mar. Al llegar allí, el cuervo sintió
alegría y reencuentros felices, a pesar de que era un sitio de pesares.
- Aquí –explicó el gato- viven
todos aquellos que echamos de menos y el mar está conformado por gotitas de
lágrimas que hemos derramado por su ausencia. Si alguna vez te sientes solo,
sólo tienes que venir aquí y encontrarte con quien añoras.
Entonces, un cambio se produjo en
los ojos del cuervo, un brillo, un destello… se tornaron llenos de vida.
- Es maravilloso, gato –dijo el
cuervo.
- Puedes venir siempre que
quieras y lo necesites, y yo te acompañaré si así lo deseas.
- Por supuesto que sí. Pero
gatito, dime una cosa: ¿por qué me ayudas si apenas nos conocemos?
- Porque vi la tristeza en tus
ojos, cuervito, y sé lo que es eso y no quiero que nadie pase por cosas así. Es
feo.
- ¿Tú has pasado por tristeza?
- Muchas veces, otros gatitos me
ven como un animal raro, no me quieren, porque prefiero cuidar de mi arbolito en
vez de irme con ellos.
- Eso es muy bonito, gatito.
Cuidar de los demás desinteresadamente, ya sea flora o fauna. Y demuestras
tener un alma muy grande y noble por tu parte por el hecho de que te rechacen y
que tú aún quieras cuidar y aliviar de dolor a los demás.
El gatito sonrió y agachó la
cabeza tímidamente mientras sus grandes ojos miraban al cuervo y relucían
vidirosos de emoción. Y el cuervo le devolvió la mirada y de la oscuridad que
les envolvía a ambos pudo ver cómo el gatito se tornaba más claro y
resplandecía como un angelito celestial.
- Además –continuó el cuervo-, te
esfuerzas mucho por luchar por lo que quieres y sacar adelante tus ilusiones,
trabajas duro y sin descanso, sin importar los resultados ni las opiniones, y
si te frustras, te levantas y continúas… tienes mucha fortaleza, gatito.
- No, no la tengo, cuervito.
Siempre acabo llorando.
- Gatito, pero ser fuerte no
significa superar un bache, ser fuerte es superar uno tras otro sin rendirte
nunca. Y tú lo haces.
- Además, mi pelo es áspero y
feo.
- Tu pelo es bonito como tú y –el
cuervo pasó un ala sobre el pelaje del animal-, también es muy suave. Parece de
terciopelo, gatito. Además, minino, estabas triste cuando llegué y aún así quisiste alegrarme.
Poco a poco, según caminaban de
vuelta al árbol, el gatito, asombrado, maulló. El cuervo no entendía lo que
pasaba y miró hacia el árbol. Allí arriba, en lo alto, una hoja, una única hoja
había salido de una de las ramas. Una hoja verde y llena de vida. El gatito
comenzó a corretear juguetonamente, feliz de que por fin su arbolito había dado
una hoja. Aunque sólo fuera una, pero había una hoja. Poco a poco, llegó la
hora de dormir y el gatito se acurrucó como de costumbre en la raíz del árbol.
El cuervo no podía permitir que se quedara solo y desamparado, cogiendo frío en
la intemperie, por lo que se acercó al gatito y con una de sus alas le abrigó. Ciertamente no se merecía pasar frío y soledad teniendo un alma tan bondadosa, cariñosa y agradecida como la que tenía aquel pequeñito gatito bonito.
A la mañana siguiente la sorpresa fue mayor porque en lo alto del árbol había
ahora dos hojas. El gatito estaba ilusionado de que su árbol estuviera retoñando
y alguien se preocupara por él y le aceptara, incluso le admirara.
- ¡Gatito! –dijo el cuervo-
¿quieres que te ayude a construir tu casita?
- ¿En verdad?
- Sí.
- Sería genial, que ilu.
El gatito correteaba y raspaba
sus garritas contra la corteza del árbol. El cuervo comenzó a picotear la
corteza mientras el gatito arañaba con sus garritas la madera y para cuando
llegó la noche habían logrado un agujero en el que cabían los dos. Se metieron
en él y durmieron a salvo de las inclemencias de la noche, protegidos por el
frío viento y secos de la lluvia, pero podían distinguir las estrellas y la
luna desde allí. A la mañana siguiente, una tercera hoja había salido en el
árbol. Cuervo y gato continuaron luchando duro por la construcción del hogar,
no sin ello algunas diferencias como que el gatito quería algo de lana y el
cuervo pedía un palo en lo alto del hogar, aun así y gracias al esfuerzo de
ambos, lograron un acogedor hogar en la raíz del árbol. Y por cada día que
pasaba, una nueva hoja fue saliendo en las ramas del árbol que crecían y
crecían y se extendían más allá de donde alcanza la vista. Y gato y cuervo no
se sintieron solos ni tristes nunca, ñunca miáus. J